martes, 2 de diciembre de 2014

BIENVENIDO, DICIEMBRE

-¿Qué van a vender acá?
-No sé, pero igual me metí en la cola.
-Bueno, también me voy a quedar, a ver qué hay.

Escucho esta conversación de dos hombres parados al frente de la tienda donde trabajo. Con dificultad salgo de ésta, ya que éstos y otros más no se despegan de la puerta. Me asomo a la tienda de al lado y veo salir a varias personas con el mismo artículo: cajas y cajas con el dibujo de una guitarra como de juguete.

Vuelvo al trabajo y en lo que pido permiso para entrar, mi cuerpo choca con el de uno de los hombres en la cola, quien se ha metido a la tienda y se ha parado sobre la alfombra de la entrada, apoyándose en el cristal de la vitrina, muy cómodo, refrescándose con el aire acondicionado.

A los segundos, dos mujeres, que están en la cola, dejan a su compañero a cargo de sus lugares, y se meten a esta tienda; tocan cada blusa, cada vestido, desordenan, hablan por teléfono y pasa el tiempo y siguen en este plan, muy cómodas, refrescándose con el aire acondicionado.

Antes de yo sentarme, un joven, desde la cola, después de detallarme el cuerpo de la manera más descarada, me mira a los ojos y le respondo muy, muy seria la mirada; siento que está a punto de decirme algo, pero gira la cabeza cuando nota la presencia de mi compañero de trabajo.

Poco después, mi compañero le pide a un señor de unos sesenta años, quien también está en la cola, que, por favor, se aleje un poco de la puerta, para dejar pasar a los clientes, y sin importarle el "por favor" ni el tono amable, le responde que no se moverá, lo que repite su compañera, agregando un "es vía pública".

Y justo ahora entra una señora, con una mano sujetando a una niña, y con la otra mano cargando la caja con la guitarra, y pregunta y explica:

-¿Me podrían guardar aquí esta cajita? Es que voy a volver a entrar y no quiero dejar sola a mi hija.

Para mis adentros, después de exclamar un "¡insólito!", pregunto: "¿Qué ejemplo le está dando a esa niña?".

-Lo que están vendiendo es para escuchar música, ¿no?
-Sí, lo conectas directamente al televisor. A ver cuántos compro, tengo veinte sobrinos, veinte, veinte, veinte sobrinos.
-¡Aaah! ¡Muy bien, chama!

Aquí estoy. Mis oídos no tienen cómo escaparse de estos diálogos. Mi vista no tiene cómo escaparse de estas miradas y actitudes como las que acabo de detallar. Escribo esto sólo con la esperanza de haberme dado a entender, para que al menos alguien haya podido leer lo que va más allá de mis palabras.


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