sábado, 2 de diciembre de 2017

viernes, 1 de diciembre de 2017

martes, 21 de noviembre de 2017

De aquí y de allá

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viernes, 17 de noviembre de 2017

Lo bueno de vivir sin electricidad... Hecho en Venezuela

Porlamar, 10 de octubre de 2017.

Ayer, mientras yo esperaba el turno en la peluquería, una señora de la tercera edad casi le gritó a un serio y atento adolescente: “Ay, hijo, ahora, antes de quejarnos por no tener para comer, pasamos el día preguntándonos cuál animalito salió, que si el caballo, el león o la paloma, ¡a lo que hemos llegado!”.
Hoy, mientras espero mi turno en el Banco, un sociable y simpático veinteañero grita: “Antes eran los caballos, ¡ahora son los animalitos!”. Abro mi libro. Releo:
“Como todos los hombres de Babilonia, he sido (…) esclavo (…) Durante un año de la luna, he sido declarado invisible: gritaba y no me respondían, robaba el pan y no me decapitaban (…) Debo esa variedad casi atroz a una institución que otras repúblicas ignoran o que obra en ellas de un modo imperfecto y secreto: la lotería. No he indagado su historia; sé que los magos no logran ponerse de acuerdo; sé de sus poderosos propósitos lo que puede saber de la luna el hombre no versado en astrología. Soy de un país vertiginoso donde la lotería es parte principal de la realidad (…) Mi padre refería que antiguamente (…) la lotería en Babilonia era un juego de carácter plebeyo (…) En pleno día se verificaba un sorteo: los agraciados recibían, sin otra corroboración del azar, monedas acuñadas de plata (…) Naturalmente, esas ‘loterías’ fracasaron. Su virtud moral era nula. No se dirigían a todas las facultades del hombre: únicamente a su esperanza”.
Continúa el mismo sociable -y ahora preocupado- veinteañero: “¡Los animalitos! ¡Vaya distracción! ¡Es un plan para apartarnos de la realidad! ¡Los Bancos sin efectivo! ¡Toda esta cola para que me den cinco o diez mil bolos! ¿Qué puedo comprar con eso? ¡Ni un pan!”.
Todos, de todas las edades, repiten lo que acabamos de escuchar, en especial lo último: “¿Qué podemos comprar con cinco o diez mil bolívares?”. “¡Esto es una burla!”, con voz entrecortada, la joven en la fila ya no me da la espalda; me mira a los ojos, se desahoga conmigo. Vuelvo a mi libro:
“El justo anhelo de que todos, pobres y ricos, participasen por igual en la lotería, inspiró una indigna agitación, cuya memoria no han desdibujado los años (…) Combinar las jugadas era difícil; pero hay que recordar que los individuos de la Compañía eran (y son) todopoderosos y astutos (…) Sus pasos, sus manejos, eran secretos. Para indagar las íntimas esperanzas y los íntimos terrores de cada cual, disponían de astrólogos y de espías (…) Por inverosímil que sea, nadie había ensayado hasta entonces una teoría general de los juegos. El babilonio es poco especulativo. Acata los dictámenes del azar, les entrega su vida, su esperanza, su terror pánico, pero no se le ocurre investigar sus leyes laberínticas, ni las esferas giratorias que lo revelan (…) La Compañía, con modestia divina, elude publicidad. Sus agentes, como es natural, son secretos (…) Babilonia no es otra cosa que un infinito juego de azares”.
“¡Esto es una burla!”, la joven sigue desahogándose conmigo; ahora mira al piso, llora… “¡Tanto esperar para que se vaya la luz!”.
Tomo este cuaderno. Escribo:
Diez de octubre. 12:53 p.m. Cincuenta y tres minutos no perdidos en una fila, gracias a Jorge Luis Borges.
“¡A jugar animalitos, jovencitas, jovencitos, señoras y señores!”.

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viernes, 10 de noviembre de 2017

Bekaa: más de un valle*


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Bekaa: más de un valle*

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martes, 7 de noviembre de 2017

A la venta

Libros a la venta, gracias a Producciones Vavos:

-Hasta donde me permita la vida (ensayos y relatos).


-Bekaa: más de un valle (crónicas).


-Palabras en el blanco mismo (poemario).





viernes, 3 de noviembre de 2017


Tal cual amé yo

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Horizonte*

Clavaré pasos tiesos sobre la arena, saludaré a la orilla febril. Miraré a lo lejos, allá donde fui encontrada. Llegaste tras un largo y tortuoso camino. No estás sola, dijiste, porque yo soy parte de ti. Un aluvión de palabras ígneas salpicará mi rostro con su espuma verbal; palabras ígneas se fundirán en el oleaje.
Allá escribíamos como respirábamos. Cada verso era la voz de un sentido que se buscaba. Cada estrofa la sintaxis de nuestras almas. Cada poema una epifanía. 
Hundiré el esqueleto, me acurrucaré entre las líneas de tu texto y sentiré el calor de tu ser; se escuchará nada, se detendrá el aire. Regresaré a la orilla, miraré hasta verme donde estaba, donde me encontraste. Lo sé, lo siento: un día enderezaremos el camino, dijiste.

*Del libro Fui agua.



miércoles, 1 de noviembre de 2017

Demostremos al mundo quiénes somos

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Leerte en la distancia

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jueves, 26 de octubre de 2017

También me siento sola

Hay tanto silencio entre el motor de este aire que intenta enfriar;
tanto silencio entre la risa de este niño del vecino;
tanto silencio entre la tecla y esta otra tecla; 
tanto silencio entre el canto de este
bajar y subir y bajar
de este ascensor que traspasa los ladrillos
de este -mi- cuarto;
tanto silencio entre el llanto de esta perra
en este cercano terreno,
hambrienta,
que amamanta;
tanto,
tanto silencio que sabe que sólo se irá
cuando tu boca y mi boca,
esto es
tu lengua y mi lengua,
reconozcan su lugar.




sábado, 21 de octubre de 2017

jueves, 19 de octubre de 2017

Ungüento para el alma*


Para Ali El Laden Mourad, mi querido papá. Feliz cumpleaños. Te amo.


Caminar por la playa con mi papá es de los momentos que más disfruto, y cada vez que lo acompaño doy gracias a la vida por tan maravilloso regalo. Desde que iniciamos nuestro trayecto hasta que lo finalizamos, la lengua no nos para. Ninguna hora (lo que dura nuestro recorrido) es predecible; una puede ser toda risa (le encanta contar chistes), y otra puede resultar una mezcla de sentimientos que yo no sabría cómo describir.
Ayer, lunes, llegamos un poco más tarde de lo acostumbrado (las sábanas de un domingo relajado no querían soltarnos), pero el sol -que ya quemaba- no nos desanimó. Calentamos un poco nuestros huesos antes de iniciar la marcha y, al saludar los primeros pasos, una vecina voz femenina deseó haber ganado la lotería, lo que bastó para que mi papá recordara una de esas historias que renuevan los corazones.
Hace más o menos unos cuatro veranos, en una ciudad libanesa, el dueño de un puesto (que aquí, en Venezuela, conocemos como quiosco) en el que vendía periódicos, revistas y billetes de lotería, cada día, muy temprano, recibía a uno de sus mejores clientes que, sin falta, le compraba uno de estos últimos. Una mañana no llegó, y el comerciante, sin dudar, escogió uno y se lo guardó. A la mañana siguiente tampoco apareció y el billete seguía, intacto, en el bolsillo de su pantalón, sin embargo, pronto tuvo que tomarlo para revisarlo y confirmó que había resultado ganador.
Al amanecer, su amigo por fin aterrizó en el quiosco y explicó que una emergencia familiar lo alejó de casa. El vendedor, rozando el billete, callaba, le escuchaba; al darle la gran noticia se abrazaron y las lágrimas de ambos no tardaron en asomarse. Su cliente no podía dejar de pensar que, con el fin de que se quedara con el premio, su compañero fácilmente hubiera podido decir que era su billete; no podía dejar de pensar y pensar en eso, quedando literalmente paralizado ante tanta sinceridad; al recibir el dinero, le entregó una gran parte. La noticia sobrepasó las fronteras.
Cuando mi papá terminó de narrarme lo sucedido, quedé sin palabras (¡y qué podía, qué puedo decir ante tanta limpidez!). El mundo está tan contaminado, hay tanto odio, tantas injusticias, tanta envidia, tanta violencia, tantas divisiones, tantas guerras, tanto, tanto, tanto de todo lo malo, que esto se convierte en algo más que una tregua; en algo más que una historia que nos llena de esperanza al demostrarnos que aún hay gente buena; en algo más que un bonito y ejemplar relato; ¡se convierte en un verdadero ungüento para el alma!

*Escrito en Porlamar, el 18 de octubre de 2012.

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martes, 17 de octubre de 2017

El protagonista

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"El Mono que quiso ser escritor satírico"

De antemano, gracias por leer “El Mono que quiso ser escritor satírico”, del libro "La Oveja Negra y demás fábulas", de Augusto Monterroso (Tegucigalpa, 1921 – Ciudad de México, 2003), el gran maestro del relato corto:
En la selva vivía una vez un Mono que quiso ser escritor satírico.
Estudió mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor satírico le faltaba conocer a la gente y se aplicó a visitar a todos y a ir a los cocteles y a observarlos por el rabo del ojo mientras estaban distraídos con la copa en la mano.
Como era de veras gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los otros animales, en cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor recibido aún.
 No había quien no se encantara con su conversación y cuando llegaba era agasajado con júbilo tanto por las Monas como por los esposos de las Monas y por los demás habitantes de la Selva, ante los cuales, por contrarios que fueran a él en política internacional, nacional o doméstica, se mostraba invariablemente comprensivo; siempre, claro, con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza humana y poder retratarla en sus sátiras.
Así llegó el momento en que entre los animales era el más experto conocedor de la naturaleza humana, sin que se le escapara nada.
Entonces, un día dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se fijó en la Urraca, y principió a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se reía y se encaramaba de placer a los árboles por las cosas que se le ocurrían acerca de la Urraca; pero de repente reflexionó que entre los animales de sociedad que lo agasajaban había muchas Urracas y especialmente una, y que se iban a ver retratadas en su sátira, por suave que la escribiera, y desistió de hacerlo.
Después quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la Serpiente, quien por diferentes medios auxiliares en realidad de su arte adulatorio lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos, sus cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se sentirían aludidas, y desistió de hacerlo.
Después deseó satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo en la Abeja, que trabajaba estúpidamente sin saber para qué ni para quién; pero por miedo de que sus amigos de este género, y especialmente uno, se ofendieran, terminó comparándola favorablemente con la Cigarra, que, egoísta, no hacía más que cantar y cantar dándoselas de poeta, y desistió de hacerlo.
Después se le ocurrió escribir contra la promiscuidad sexual y enfiló su sátira contra las Gallinas adúlteras que andaban todo el día inquietas en busca de Gallitos; pero tantas de éstas lo habían recibido que temió lastimarlas, y desistió de hacerlo.
Finalmente, elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos humanos y no encontró contra quién dirigir sus baterías, pues todos estaban en los amigos que compartían su mesa y en él mismo.
En ese momento renunció a ser escritor satírico y le empezó a dar por la Mística y el Amor y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe cómo es la gente, todos dijeron que se había vuelto loco y ya no lo recibieron tan bien ni con tanto gusto.

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viernes, 13 de octubre de 2017

Libros a la venta, gracias a Producciones Vavos: 

-Hasta donde me permita la vida (ensayos y relatos).

-Bekaa: más de un valle (crónicas).


-Palabras en el blanco mismo (poemario).







miércoles, 11 de octubre de 2017

Lo bueno de vivir sin electricidad... Hecho en Venezuela

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viernes, 22 de septiembre de 2017

Lo bueno de vivir sin electricidad... Hecho en Venezuela

Porlamar, 20 de septiembre de 2017.

“Su pago fue procesado de manera exitosa. Sin embargo, se presentó un problema al momento de registrarlo en nuestro Sistema (…) Aprovechamos este medio para solicitarle nuestras más sinceras disculpas por el inconveniente presentado”. ¡Qué amables! ¡Gracias, correo electrónico, por avisarme! Aunque tengo casi cuatro meses sin saber lo que es dormir de verdad, ya que a todas horas debo intentar realizar el pago del pasaporte “express”, ahora, al leer esto, siento que todo es tan bonito, sí, ¡que la vida es bella! 
Muy contenta, de inmediato me dirijo a las oficinas del SAIME (Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería). En la entrada, un señor, muy cordial, me pide que me acerque a la mesa donde se encuentra una señorita que se vería aún más preciosa si sonriera un poco… Parece que mi felicidad no logra contagiarla; me dice que necesito ir al Banco, para confirmar si de mi tarjeta se descontó o no el total requerido. ¡Perfecto! ¡Eso estoy haciendo ya!
A las afueras del Banco, me reciben muchísimos señores de tercera edad, esperando, bajo este sol que caracteriza nuestra isla, lo correspondiente a su pensión. Camino entre ellos. Realmente son muchísimos. Permiso, permiso, permiso por aquí, permiso, gracias, permisito, permiso, gracias, gracias. Puerta cerrada. Sigo sonriendo. Levanto ambas manos. Saludo a los cajeros. Nadie se aproxima. Con mis dedos de la mano derecha toco esta puerta, mas su cristal me informa que no se escucha nada. El vigilante, con sus ojos casi del mismo azul que los de un gran amor (confieso que acabo de suspirar profundo), casi bajando su mirada al escucharme, termina dirigiéndola por completo al piso al pronunciar “es que no hay luz”.
Permiso, permiso por aquí, gracias, permisito, permiso, gracias, gracias. Camino. Ya un poco lejos del Banco, de todos los abuelitos, quienes, pacientes, esperan su dinero, pienso en un vaso lleno de agua helada y, de tanto desearlo, casi me mareo. Me imagino regresando al Banco, llevándoles un vaso gigante a cada uno de ellos, y al vigilante con los ojos casi del mismo azul que los de un gran amor (confieso que acabo de volver a suspirar profundo), ahora con la mirada levantada, muy risueño, moviendo su mano derecha, susurrándome con ella un dulce adiós mientras sujeta su vaso gigante con la mano izquierda.
Llego al trabajo. Tomo agua. Sigue conmigo cada cara dejada en el Banco. “¡Cónchale! ¡Al frente se acaba de ir la luz!” -exclaman mis compañeros-. “¡Y se fue en el local de al lado! ¡Nos salvamos! ¡Pero en cualquier momento se va aquí también!”.
Aprovecho la electricidad, me siento al frente de esta computadora y escribo en esta página lo que va de mi día: ¡sí!, sin duda, ¡la vida es bella! Repica un mensaje en mi teléfono celular: “Estimado ciudadano, su pago ha sido anulado debido a un error interno en el Sistema”. ¡Gracias por recordármelo! ¡De verdad son muy amables!
Algo no muy común está pasando, ¡sí!, ¡ahora no sueño despierta!: en la radio suena Pedro Infante y su “Te quiero más que a mis ojos, pero quiero más a mis ojos porque mis ojos te vieron”. Te amo, México… sabes que estas lágrimas están allá.

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Lo bueno de vivir sin electricidad… Hecho en Venezuela

Pampatar, 17 de septiembre de 2017.

“¡Se fue la luz!”. ¡Qué bien! Así me gusta. Nada de flojera, de quedarme en la cama. No, no, ¡no! ¿Qué pensabas? ¿Excusarte con “es que anoche mis vecinos no me dejaron dormir con su reguetón” y quedarte todo el día en esta habitación, sin hacer nada? No, no, ¡no! ¡A levantarse!
  Abro las ventanas. Cero brisa. ¡Pero qué rico calor! En otros países, ¡cuántos no envidiarán este clima! Quiero ir a la playa. Ay, cierto, se me olvidó que no hay transporte porque, desde hace varios días, la isla se quedó sin gasolina, sin embargo, puedo salir a caminar. ¡Sí! No me caerían mal unas cuantas vueltas a la manzana de este edificio en el que vivo. ¡Nada como el ejercicio!
  Tengo hambre. Quiero cocinar. Estoy pegajosa. Necesito bañarme. El piso de la cocina ya se ve sucio. Quiero limpiar. Esta semana me pondré esto. Necesito lavar estos vestidos. Hoy redactaré la carta. Quiero enviar el correo electrónico. Ay, ¡verdad que no hay electricidad y no puedo hacer nada!
  Vuelvo a la cama. Si alguien me ve, no me señalará, no me acusará de floja, ya que sabrá quién es el culpable. Retomo la novela al mismo tiempo que pienso que la realidad supera toda ficción impresa en ella. Opto por algo de Historia, retomo el libro "Chavolo y su Casa Azul" (Antonio Deffitt Martínez y Francisco Suniaga, 2015), lo despojo del marcalibros artesanal -al que admiro unos segundos antes de dejarlo sobre las sábanas-, voy a la nueva página y, para olvidarme del reguetón de anoche, a toda voz leo a Suniaga:
  “La industria de la construcción de barcos pudo haber florecido y ser uno de los pilares económicos de la Margarita de entonces de no haber una disposición absurda, establecida por el régimen de Juan Vicente Gómez: la prohibición que había de que los barcos de pesca y mercantes civiles tuvieran motor. Margarita y Venezuela hubieron de esperar hasta la muerte del dictador en 1935 para poder iniciar el proceso de motorización de sus barcos.
  Para mantenerse en el poder, todo régimen dictatorial establece normas y toma decisiones que castran el desarrollo de la sociedad. En el caso de Gómez, se quería impedir que la flota de barcos pesqueros y de comercio de cabotaje colaboraran con quienes luchaban por rescatar a Venezuela de las garras de su dictadura. Mientras menos rápidos fuesen los barcos, mejor.
A las dictaduras las mueve el miedo y, por tanto, manifiestan un gran temor a que las sociedades se organicen al margen del aparato estadal y creen instituciones que permitan agrupar a los ciudadanos para alcanzar un objetivo común” (páginas 88-89).
-“¡Llegó la luz!” -cantan mis vecinos.
-¡Qué fino! ¡A levantarse! ¿Cuándo terminé de leer este libro y me quedé dormida? ¡Qué rápido pasaron las horas! ¡Ni las sentí! ¡Qué bien! Quiero cocinar. Necesito bañarme. Quiero limpiar. Necesito lavar estos vestidos. Quiero enviar el correo electrónico… No hay gasolina, pero saldré a caminar.
-“Dame más gasolina” -mis vecinos vuelven a cantar su querido reguetón.

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