martes, 29 de noviembre de 2022

Desde este cuarto

Para ti, mi Margarita, mi hijita


"La verdad de la otra persona no está en lo que te revela, sino en lo que no puede revelarte. Por tanto, si quieres entenderla, no escuches lo que dice, sino lo que calla".


Khalil Gibrán


El tiempo: esta almohada de lágrimas que asaltan al ritmo de la campana de la iglesia de la esquina.


1


mar., 8 nov.


No me gusta transcribir así la fecha de hoy y no sé por qué lo hago tras verla en este teléfono celular. Mi hijita duerme su siesta. Sus piernas están sobre las mías. No quiero moverme. Podría despertarla. Extiendo mi brazo derecho lo más lejos de su cabeza y escribo usando este aparato. Dejo muy poca luz en la pantalla. La habitación oscura invita a dormir. Tengo sueño. Lo intento. Mas lloro y no consigo parar.


2


Me siento un poco más tranquila. Mi hijita sigue dormida. Ayer cumplió trece meses. La veo y aún me parece un sueño tenerla. Margarita de mi vida:/ mi isla,/ mi perla/ y mi flor.


3


Las sábanas están limpias, sin embargo, siento un fuerte impulso de lavarlas. Necesito mis pijamas: algo tan simple como guardar la ropa de verano, sacar la de invierno, me deprime. Abro Facebook y veo que la esposa de mi primo ha publicado una foto de Valencia, España, a oscuras, a las siete y media de la mañana. Le escribo qué bonito era madrugar en Margarita e ir a La Caracola. A esto le agrego una cara llorando. Y no es mentira. Y ahora vuelvo a llorar. Esta semana, con el retraso de la hora, las tardes se han hecho eternas hasta que saco No cesa de llover, mi novela favorita, y la releo casi siempre con voz, como contándosela a mi hijita. Ella deja sus juegos y la toca. Me observa. Escucha. Busca los marcapáginas. Menciono sus colores. Le doy uno. Sonríe y ríe a carcajadas. Baila sin dejar de verlo y de verme. Me derrito de amor.


4


mié., 9 nov.


Mi hijita está en mi pecho. Leo información sobre lactancia materna. Doy gracias a Dios por permitirme seguir.


5


vie., 11 nov.


Extiendo mi brazo izquierdo. Sostengo el teléfono celular. Escribo con el dedo pulgar. Pocos minutos antes escuché un parrandón, cargué a mi hijita, bailamos, reímos frente al espejo. Ahora que empiezo a amamantar no paro de llorar en silencio. Extraño mucho mi país. Muchas veces aún me parece mentira estar tan lejos. En enero cumplo cinco años aquí. Es increíble cómo el ser puede estar y a la vez no en un lugar. Así me siento. Más en estas fechas cuando todo era alegría, baile en cualquier calle de la isla, saboreando hallacas, panes de jamón. Hasta el café marrón claro extraño. El hojaldre de queso, de manzana en las panaderías. Mucho las frecuentaba. Algo en ellas me hacía inspirarme para escribir. Allí nacieron textos en mi mente que rápidamente terminaban en el cuaderno que siempre llevo conmigo. Me hacen falta mis amigos, la sencillez de mi gente, su transparencia, su cariño sincero. Dejo de llorar y vuelvo a llorar. Mi hijita se alimenta. Ya casi se duerme. Además de necesitar escribir para sobrellevar estos días, el que un día ella lea esto me impulsa a hacerlo. Se llama Margarita. Le hablo en español. Me ilusiona que luego podamos leer juntas en nuestro idioma. Sentarnos en algún café y releerle mi poema favorito de Rafael Cadenas. Decirle que ayer, 10 de noviembre, ganó el Premio Cervantes 2022. Que esto también me emociona hasta las lágrimas. Que nunca olvido su humildad cuando lo vi y le pedí que me firmara sus libros. Margarita, cuántas cosas haremos juntas. Sobre todo, cuánto aprenderemos juntas. Tú eres mi mejor profesora. Te amo como nunca imaginé se podía amar.


6


sáb., 26 nov.


Son las 12:18 p.m. Margarita se acaba de dormir en mi regazo. Si la pongo en la cama podría despertarse. Esto casi siempre pasa en el día. De noche acepta quedarse sobre nuestra cama y no se despierta tan rápido si voy al baño, como, corrijo o leo. Cociné temprano. Voy a dejarla en mis brazos. El cuarto está oscuro, pero con la poca luz de este aparato veo su cara. Amo su tranquilidad. Hemos adornado la casa: las luces de Navidad tímidamemte entran hasta aquí. Mi hijita ama verlas. Las toca con delicadeza mientras le repito wa-wa, cuidado, suave, cariño. Me duele el cuello. Lo giro a la derecha para descansar un rato. Tengo hambre. Hice la ensalada de atún. Le puse de todo. Nada más me falta preparar la canasta de queso. Como la que hacían en Luciano. Un restaurante en Pampatar. Bellísimo. Y con una vista inolvidable. No sé si siga abierto. Lo buscaré en Instagram. Quiero escribir "Chu tabakhte? (¿Qué cocinaste?) Crónicas de un pueblo libanés", por ser aquí la pregunta de cada día. Me duele mucho el cuello.



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jueves, 20 de octubre de 2022

Busquemos otra rosa

Para Ali El Laden Mourad, mi papá, desde siempre mi inspiración para escribir, y más hoy en su cumpleaños. Te amo, papi. Felicidades.


Llegamos cada día a este parque, 

puede ser antes o después del mediodía,

depende del clima y de las tareas con mi hijita.


Cae una rama frente a nosotras, 

vemos al mismo hombre, 

a veces sobre el banco, 

otras sobre la silla,

una que otra vez leyendo el periódico, 

lo que me asombra:


desde lejos le tomo una foto

y de inmediato se la mando a mi papá, 

emocionada,

afirmándole que, 

en casi cinco años en este país,

es la tercera vez que veo a alguien con este medio impreso.


Cae un pétalo 

después de rozarlo con mi hijita

y ella lo observa sobre la tierra 

y la consuelo diciéndole

busquemos otra rosa.


La reunión de los no más de cinco hombres mayores, 

de camisa y pantalón,

uno siempre de traje,

me lleva a imaginar que hablan

de la situación política cada vez más inestable.


Rozamos otro pétalo, 

esta vez menos seco,

esta vez no cae.


Mi hijita le sonríe al señor del periódico,

mueve sus manos para saludarlo,

pero él parece no mirar,

mantiene su seriedad 

mientras parece descansar de la lectura 

para preguntarse sobre la vida 

mientras parece perderse entre el silencio de los pájaros 

y el grito de los árboles

sobre el agua sucia del río Berdawni.


Zahle, 19 de octubre de 2022.






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sábado, 27 de agosto de 2022

En el Terminal de Nuevo Circo

"Uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida".


Releer "Estambul", de Orhan Pamuk, es revivir mucha nostalgia: él por su ciudad aun estando en ella, yo por mi isla de la que me encuentro muy lejos.

     Mis ojos se detienen en la peinadora, al frente de mí, en la linterna recargable que reposa allí y que está por apagarse.

     "Tenía once años. El policía y yo nos hicimos amigos. Me dejaba vender Salvavidas, pistacho, maní dulce, chicle, tostón... cada uno a un real y medio. Otros chamitos querían hacer lo mismo, pero él no los dejaba y se molestaban conmigo".

     Estar con mi papá es como abrir un libro: de niño trabajó en las calles de Caracas, y sus memorias sumadas a su tristeza por la distancia nunca faltan cuando nos vemos, sobre todo al caminar juntos.

     "Un italiano vendía papas fritas. Costaban un real. El policía lo quería sacar".

   "Ni se me pasaba por la cabeza irme de Estambul. Y no porque la ciudad me encantara ni porque la amara consciente o apasionadamente, sino porque soy una persona que, por instinto, abandona a duras penas sus costumbres y los lugares en los que vive y especialmente perezosa a la hora de cambiar de espacio, entorno, casa o barrio. Ya por aquellos tiempos empecé a descubrir que yo era alguien que podría vivir siglos vistiendo y comiendo todos los días lo mismo sin aburrirse mientras pudiera forjarme fantasías salvajes.

       Las cuestiones básicas, como las de qué sería en el futuro, cuál era el sentido de la vida y cuál debía ser, las hablaba con mi padre durante los paseos en coche que por aquella época dábamos juntos los domingos por la mañana. Todos los domingos mi padre me subía al coche (un Ford Taunus modelo de 1966), encendía la radio y pisaba el acelerador con cualquier excusa, visitar las obras de algún depósito o una estación que la compañía Aygaz, de la que era director, estuviera construyendo cerca de Büyükçekmece, en Ambarh, dar un paseo por el Bósforo, salir a comprar cualquier cosa o pasar por casa de la abuela".

     Aún sin electricidad. Se ha apagado la linterna; me queda la del teléfono celular, aunque tiene poca carga.

      "Todos los días vendía 50 bolívares. Ganaba el doble".

      En la pared, el reloj, el sonido de sus manecillas parece seguir la canción: "y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas".

    "Mientras avanzábamos por las calles y avenidas, desiertas los domingos por la mañana, del Estambul de finales de los sesenta y principios de los setenta, por barrios a los que nunca habíamos ido antes, escuchando las canciones de 'música ligera occidental' que sonaban en la radio (los Beatles, Sylvie Vartan, Tom Jones y demás), mi padre me contaba alegre que lo más importante en la vida era que uno se comportara como le salía de dentro, que el dinero no era un fin en sí mismo sino un medio que había que utilizar si era necesario para ser feliz, o cómo había escrito poesía en habitaciones de hotel en París, adonde se había ido en tiempos abandonándonos, cómo había traducido al turco los poemas de Valéry y cómo un tironero le robó la maleta llena de poemas y traducciones durante un viaje a América que hizo años después. Sabía que nunca olvidaría nada de lo que me contaba saltando de tema en tema adaptándose a las subidas y bajadas de la música, a la continua sucesión de calles o al propio fluir de las historias".

     "Fue en el Terminal de Nuevo Circo. Las muchachas me decían por qué no vendes papas...".

         Pienso todo esto mientras creo continuar mi lectura.

       Zahle, 27 de agosto de 2022.


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lunes, 8 de agosto de 2022

Khadija

La brisa se detiene. Los pinos esperan. El cielo anuncia la quema de más basura. Los niños huelen. Los adultos se quejan. Los más jóvenes olvidan las consecuencias mientras fuman su arguile.


     A pesar de que el árabe es un idioma escandaloso, a pesar del no descanso de los tractores, a pesar de los disparos por cualquier razón, esta tierra es silencio.

     Los adultos se quejan, sin embargo, al frente de los que mandan, callan. ¿Pena? ¿Miedo? ¿Qué dirán?

     Cáncer, infertilidad, son algunas de las consecuencias de esta quema, afirma el pueblo, al mismo tiempo que con las mascarillas ya no intenta protegerse de los más recientes virus.

     -¡Ven, Khadija! -una madre llama a su hija-. Ayúdame a regar las papas.

     Mi papá se acerca:

     -Te llamas como mi mamá. ¿Desde qué hora empiezan a trabajar?

     -Desde las cuatro de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Para no dejar a la pequeña sola, se viene conmigo.

     -¿Cuánto te pagan?

     -40 mil liras.

     -Khadija, ¿vas a la escuela?

     -Dejé de ir, pero volveré, quiero ser enfermera.

     Largas horas de trabajo por poco más de un dólar no parecen cambiar la sonrisa de la mujer ante la seguridad de su niña, quien se tapa la nariz con sus manos. Mi papá no tiene más palabras. Decido no acercarme. La brisa, los pinos, el cielo... nada cambia. El nudo en mi garganta me permite apenas titubear:

Esta tierra
y la muerte
lenta
de sus hijos.

     Ghaza (Líbano), 8 de agosto de 2022.


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miércoles, 27 de julio de 2022

Para Delfina

Nos conocimos en 2004. Su servidora empezaba a publicar en el periódico Sol de Margarita. De los primeros relatos que aparecieron, uno trataba de una bailarina y su enfermedad que le impedía seguir. Una lectora, muy gentil, desde la isla, me escribió preocupada, dándome ánimo; pensó que la historia era real, que yo era aquella artista. 

     Desde ese correo electrónico fuimos inseparables. Todas las tardes posibles tomábamos café juntas, la mayoría de las veces en la tienda de mi papá. Convérsabamos de todo y nuestro tema preferido era la literatura: me sentía comprendida, afortunada, feliz por tener en mi vida a alguien que entendía mi emoción al hablar, por ejemplo, de Orhan Pamuk.

     A principios de 2018 llegué a Líbano y, aunque no con bastante frecuencia, seguíamos en contacto, hasta los primeros meses de 2020, cuando perdimos todo tipo de comunicación, ya que de repente mi WhatsApp (hasta ese momento aún con el número de Venezuela) se cerró y coincidió con su mundanza a España (su país natal) y también pérdida de teléfono.

     Le he enviado correos electrónicos que me son devueltos, lo que es muy extraño, ya que, por su profesión, solía estar al tanto de sus mensajes. No hay un día en que no piense en ella, hasta la he soñado; le pido a Dios que me permita volver a escuchar su voz. 

     Delfina Pérez de Abrantes, por favor, si lees esto, escríbeme. Ella es una abogada muy reconocida; si alguien tiene alguna información, se lo agradeceré infinitamente.

     Te extraño mucho, amiga.

     Zahle, 27 de julio de 2022.


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domingo, 24 de julio de 2022

Frente al Cine Metropolitano

El carro continúa su pausada marcha; aun así me doy cuenta de que es la tercera vez que le pido a mi esposo que vaya más despacio: un querer no llegar a casa antes de reordenar mis pensamientos. 

     El paisaje siempre es el punto de partida. Esta vez el vaivén del trigo sembrado me indica el camino:

     Es mi padre, a sus once años de edad, en Caracas, yendo a una escuelita, intentando aprender el idioma. Ahora está frente al Cine Metropolitano, en El Silencio, frente al Bloque 6, en la avenida Lecuna, vendiendo maní y tostones; rememoro su llamada de hace meses, desde este mismo lugar. 

     -¿Viste la foto que te mandé? Se llama Diego. Observa a tu tío vendiendo los helados y me asegura que le gustaría trabajar con él. Sus papás sonríen de orgullo. Es un buen hijo, me dicen, tiene once años, siempre dispuesto a ayudar en el hogar y va bien en los estudios.

     Me vi en ese niño; me hizo revivir mis días en estas calles... Lo único que pensaba era vender todo para llegar a casa, comer y descansar, continúa mi papá, por mensaje de voz.

     Con el baile del trigo ahora en mi mente, no pido, sólo deseo que casi detengamos el vehículo. Mi hijita se ha dormido en mis brazos. La noche está por asomarse. 

     Ya en casa. Tomo mi cuaderno. Escribo. No sé qué tan reordenados están mis sentimientos.

22/07/2022.

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lunes, 18 de julio de 2022

Gracias, Chopin

Tomo mi novela favorita que, 

aunque no relea,

mantengo entre mis manos,

mi bolso

y mi mesa de noche;


aunque no la relea,

me acompaña su portada,

cada página que huelo, 

hojeo

con un cuánto te quiero:


esto me hace feliz.


Hoy que vuelvo a abrirla,

lista para releer,

me sorprende una hoja en blanco,

doblada por la mitad,

que no recuerdo cómo ni cuándo dejé aquí.


De inmediato, 

no

leo,

escribo 

sin pensar,


con la rapidez,


la desesperación 

de la sedienta ante cada

vaso 

de

agua:


Mi habitación sin ventana es el 

Nocturno 

que repito a cualquier hora,

recuerdo de la vida 

que hay afuera.


18/07/2022.


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martes, 12 de julio de 2022

Un domingo en Taanayel

La mesa,
grande y sola,
está con ella,
también sola,
frente a su computadora.
Creo que ha tomado un jugo
de zanahoria con naranja.
Parece extranjera.
Escribe;
¿en qué idioma lo hará?
Parece que relee,
revisa,
borra, 
reescribe;
¿sobre qué será?
Quizás sea su próximo artículo para algún periódico:
este monasterio,
su iglesia,
sus vacas,
caballos,
patos,
palomas,
pájaros,
su verde,
su sol,
su café.
Quisiera ser la mosca que se ha parado
sobre el vaso que contenía su jugo,
asomarme a la pantalla de su computadora
y responder mis preguntas.
Mi hijita de nueve meses sigue sentada en mis piernas;
parece que también la observa.
Como el chocolate.
Con la servilleta casi limpia
seco mi sudor.
Abro mi libreta.
Escribo:
la misma 
mosca 
reposa
sobre el vaso 
que contiene
mi jugo 
de naranja 
con zanahoria.

10/07/2022.




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Crisis libanesa

Si me preguntas qué veo

te respondo dolor,

mucho dolor en la mirada de estos pueblos.

Si me preguntas cómo lo veo,

te respondo camina y escucha

no más que sus silencios

hasta entre una y otra canción 

del artista de moda,

convertidos en lágrimas marcadas

sobre las piedras que sustituyen el asfalto

o en lágrimas perdidas sobre los ríos

cada vez más contaminados.

Si me preguntas qué veo

no creo responderte esto,

mas es probable que lo repase sin voz, 

practicando,

por si algún día me atrevo a expresar

también mi dolor.


20/06/2022.






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lunes, 7 de marzo de 2022

Secreto definitivo

5:07 a.m. Con el brazo izquierdo abrazo a mi hijita de dos meses, quien se alimenta de mi pecho. Este teléfono sobre el cojín sobre mis piernas extendidas. Mi dedo índice derecho sobre cada letra. 

     Este aparato indica que afuera no cesa de nevar. Acostumbrada al azul -muy hasta el fondo, pero allí, presente- del mar, no deja de inquietarme el vivir en esta casa sin ventanas. Tengo tiempo tratando de escribir lo que esto me causa, pero a veces las cosas simples se vuelven complejas -o quizás secretas- frente a las letras. 

     Repienso en mi novela favorita que tanto necesito releer. Reposa sobre mi mesa de noche, siempre aquí, no en esta gaveta, siempre arriba, al lado de esta lámpara, esperando por lo menos una de mis manos sobre ella. La retomo. Bajo ella el cojín sobre mis piernas extendidas. Sobre ella este teléfono. Mi dedo índice derecho sobre cada letra. 

     "Los antiguos en oriente, cuando tenían un secreto que les pesaba mantener, subían a una montaña, buscaban un árbol alto, frondoso y de buen cuerpo, abrían en él un agujero del tamaño de una oreja, y en esa oreja convexa, de madera agreste y corteza sarmentosa, revelaban el secreto. Luego tapaban con barro y yerbas ese oído para que el secreto no se escabullera. De esa manera se desprendían del secreto, lo fijaban para siempre en un lugar y sentían, al fin, alivio y, sobre todo, como ya estaba revelado no tendrían que revelarlo nunca más. Contado en el oído del árbol el secreto era más secreto, eternamente secreto, secreto definitivo". 

En "No cesa de llover", de Joaquín Marta Sosa.

     Con el brazo derecho abrazo a mi hijita de dos meses, quien sigue en mi pecho. Mi novela favorita sobre el cojín sobre mis piernas extendidas. Sobre ella este teléfono. Mi dedo índice izquierdo sobre cada tecla. Cuesta más transcribir. Repaso estas letras.

Zahle, El Valle del Bekaa (Líbano), 24 de diciembre de 2021.






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viernes, 4 de febrero de 2022

Todos por nuestro idioma español

“Para aprender a escribir con fluidez y corrección, es preciso leer mucho, ciertamente; pero leer escritos de garantía en cuanto al dominio del idioma (…) es necesario matizar la recomendación de la mucha lectura como panacea para el aprendizaje de la redacción. La abundante lectura de textos ejemplares y actuales de exposición o de ensayo, enseñará una gran cantidad de formas y una variedad de locuciones para articular y comunicar los más complejos pensamientos y sentimientos. Esto es indiscutible. El que lea solamente buenos escritos, cada uno en su género, llegará sin duda a escribir perfectamente, aunque escribirá por imitación, inconscientemente. Podrá llevar a cabo su oficio como primor, como el pajarito elabora su nido sin necesidad de asistir a cursillos de técnicas para nidos. No obstante, el aprender a redactar bien tan solo a base de lecturas, es, en la actualidad, una utopía. Hoy nos vemos obligados a leer muchos escritos que no son modelos en el dominio del lenguaje. La posibilidad de publicación está al alcance de muchos no expertos en el oficio. Abundan las traducciones defectuosas, los libros, revistas y periódicos empedrados de barbarismos léxicos y sintácticos, o las redacciones confusas, desgarbadas o faltas de soltura y fluidez. A esas influencias se agrega la difusión de las emisoras de radio y televisión, que tienen poco de ejemplaridad, tanto en el lenguaje serio como en el cómico y humorístico. Y el defectuoso lenguaje oral es también otro medio que contamina perniciosamente el lenguaje escrito. Por lo tanto, además de la lectura de textos bien escritos, que es un medio eficacísimo y muy recomendable para el aprendizaje de la redacción, se requiere un alto grado de conocimiento científico del idioma para librar al lector de caer en las mismas corruptelas que en muchos textos de deslizan. De lo contrario, pueden asimilarse expresiones agramaticales, ya generalizadas, que a muchos les suenan muy bien; y, viceversa, pueden pasarse por alto numerosas expresiones gramaticales, no generalizadas, que a muchos les pueden sonar mal. No olvidemos que el idioma se aprende generalmente –bien o mal- por imitación y costumbre, más que por estudio y análisis. Pero los oídos y los ojos mal acostumbrados no pueden erigirse en normas”. Basilio Tejedor, en “El arte de la redacción profesional”.

     Queridos lectores, recomiendo ampliamente leer la obra del profesor Francisco Suniaga, nuestro estimado escritor margariteño. Tanto sus relatos como sus novelas son fascinantes y ejemplos de textos bien escritos. A propósito de este tema, en “Esta gente” leemos: "Hace poco, (...) me encontré con tres decisiones del Tribunal Supremo, dictadas entre 2004 y 2011 (...) Son sentencias escritas en un lenguaje muy oscuro, como si en lugar de querer resolver algo quisieran más bien enredarlo. Usted debe saberlo, usted es un abogado litigante activo. Antes uno leía una sentencia de la extinta Corte Suprema y aquello era un deleite. El idioma español más claro y preciso se combinaba con la doctrina de Derecho más pura, unidos armoniosamente, como si bailaran un ballet, un lenguaje plástico y prístino. Nada que ver con los jeroglíficos de ahora, donde lo único que está claro son dos cosas: que están pervirtiendo el Derecho y también el español".

     Gracias, queridos lectores, por formar parte de esta página, en la que, con mucho gusto, recibimos reflexiones, dudas, aportaciones y preguntas, mismas que constantemente se publican en esta sección titulada "Todos por nuestro idioma español". Gracias de corazón. 

     Un abrazo cariñoso.




martes, 1 de febrero de 2022

La ignorancia es peligrosa

Ghaza, El Valle del Bekaa (Líbano), 1 de febrero de 2022.

Nunca me imaginé la cantidad de ideas falsas sobre la lactancia materna: que también debes dar tetero porque la niña no se llena, que mejor dale tetero para que tengas más tiempo para ti y para que duermas más, que será que sí te sale suficiente leche, que si está creciendo bien, que no la dejes mucho tiempo en la teta porque se "malcría", se "malacostumbra" y después te va a querer de chupón, que 15 minutos en cada teta, que 30 minutos en cada teta, que déjala (aunque llore) de 2 a 3 horas sin comer, que luego tus pechos se pondrán feos, que después de los seis meses dale fórmula porque luego la leche materna no es buena, que dale agua, que además de leche tiene que empezar a comer a los cuatro o cinco meses, que no la amamante más de dos años... y ni hablar si menciono algo sobre los brotes de crecimiento, me miran desconfiados y hasta me han dicho que no creen en eso, que si llora debe tener gases o no se está llenando, que le dé tetero.

     Es increíble la infinidad de dudas que -sin exagerar, desde el día del nacimiento de mi niña- la sociedad intenta despertar en mí, mujer (en este caso, mujer que decidió dar sólo pecho obviamente a demanda). Lo más insólito es que la gente siempre pregunta y al mismo tiempo responde con mucha firmeza (solamente los ignorantes son tan seguros de sí mismos). 

     Espero seguir teniendo mucha paciencia, permanecer callada y sonriente, dejándolos en su mundo y usando mi energía para continuar leyendo, aprendiendo (gracias a la vida que tengo acceso a la Red, a la valiosa información que encuentro en ella, si no, no sé qué hubiera sido de mi hijita y de mí). 

     Seguimos.

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Ignorance is dangerous*


Ghaza, The Bekaa Valley (Lebanon), February 1, 2022.

I never imagined the number of false ideas about breastfeeding: "you should also give a feeding bottle because the girl does not get full", "it is better to give her a feeding bottle so that you have more time for yourself and you sleep more", "do you have enough milk?", "is she growing well?", "don't leave it on the teat for a long time because she 'spoils', 'she gets used to it', and then she will want you as a pacifier", "15 minutes in each teat", "30 minutes in each teat", "leave her (even if she cries) for 2 to 3 hours without eating", "later your breasts will get ugly", "after six months give her formula because then breast milk is not good", "give her water", "in addition to milk she has to start eat after four or five months", "not to breastfeed her for more than two years"... and not to mention if I mention something about growth spurts, they look at me suspiciously and have even told me that they don't believe in that, that if she cries she must have gases or is not filling, "give her a feeding bottle".


     It is incredible the infinity of doubts that -without exaggeration, from the day of my daughter's birth- society tries to awaken in me, a woman (in this case, a woman who decided to only breastfeed obviously on demand). The most unusual thing is that people always ask and at the same time answer very firmly (only the ignorant are so sure of themselves).


     I hope to continue having a lot of patience, remaining silent and smiling, leaving them in their world and using my energy to continue reading, learning (thanks to life that I have access to the Internet, to the valuable information I find on it, if not, I don't know what would have become of my daughter and me).

     We continue. 

     *Translated with the help of Google.







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