“Abdulah
ibn al-Mu’taz, entre 861 y 908, era hijo de un califa y tuvo una vida signada
por la más dolorosa tragedia: con apenas seis semanas de nacido, su abuelo, el
califa al-Mutawakil fue brutalmente asesinado por los guardias del palacio y
ocho años más tarde su propio padre corrió la misma suerte. Su abuela escapó
con él hacia la Meca, pero después de un tiempo volvió a Bagdad donde creció,
dedicando su vida a la poesía y al estudio de la literatura y participando en
la vida literaria de la corte Abasida, manteniéndose al margen de las intrigas
políticas hasta el día en que un sublevamiento popular lo llevó al poder casi a
su pesar. Nombrado califa el 17 de diciembre de 908 fue depuesto a la mañana
siguiente y obligado a esconderse entre sus partidarios, pero descubierto, fue
ejecutado el 29 de diciembre de ese mismo año. Es considerado uno de los poetas
abasidas más importantes. Cantó a los placeres sensuales y, sobre todo, al
vino, pero la perfección de sus versos -se dice- hacen de él artífice esmerado
y ejemplo también de los poetas subsiguientes” (Gabriel Rodríguez, en la
presentación del libro Tres poetas árabes del período abasida, El perro y la
rana, 2008). He aquí una muestra de su poesía:
La noche ha caído sobre nosotros, amiga mía,
Enciende nuestro fuego con vino
Así, mientras el mundo duerme,
Nosotros dos podremos besar
Un sol en la oscuridad.
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Para obtener su abrazo,
Pero nada pude recibir
Porque mi pelo blanco parece decir,
Guiñando el ojo socarronamente:
“Mujer, ten cuidado de aceptar”.
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Pero me vigiló en su sueño e impidió
Que ella me enseñara el sabor de su boca.
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Alcahueta con cortinas de burdel
Que ampara toda cita.
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Pronto, libera el vino;
La luna es un velero de plata
Repleto de ámbar.
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No veo nada que pueda compararse con la muerte
Que aniquila todo y hace vanas nuestras esperanzas.
¡Qué triste es un hombre que derrocha su juventud!
Mucho más cuando el viento del norte blanquea su cabeza.
Abandona este mundo con provisiones de piedad,
Porque la vida tiene un número de días limitado.
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La noche ha caído sobre nosotros, amiga mía,
Enciende nuestro fuego con vino
Así, mientras el mundo duerme,
Nosotros dos podremos besar
Un sol en la oscuridad.
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CABELLOS
BLANCOS
Días
enteros me quedé
Paciente
y envilecido Para obtener su abrazo,
Pero nada pude recibir
Porque mi pelo blanco parece decir,
Guiñando el ojo socarronamente:
“Mujer, ten cuidado de aceptar”.
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El
velo le tapó la cara: luna escondida.
La
chaperona contratada quedó borrachaPero me vigiló en su sueño e impidió
Que ella me enseñara el sabor de su boca.
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Debemos
encontrarnos al caer la oscuridad
El
sol es un chismoso y la noche unaAlcahueta con cortinas de burdel
Que ampara toda cita.
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Gracias,
Dios, la luna nueva
El
Ramadán, se ha ido, Pronto, libera el vino;
La luna es un velero de plata
Repleto de ámbar.
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TESTAMENTO
Cada
hora de vida lleva nuestros pasos a la muerte;
Son
nuestros días que desplegamos y plegamos en cada etapa.No veo nada que pueda compararse con la muerte
Que aniquila todo y hace vanas nuestras esperanzas.
¡Qué triste es un hombre que derrocha su juventud!
Mucho más cuando el viento del norte blanquea su cabeza.
Abandona este mundo con provisiones de piedad,
Porque la vida tiene un número de días limitado.
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Abu
al- Ala- al- Ma’arri (quien nació entre 973-979 y murió en 1058) quedó ciego a
los cuatro años de edad. De este poeta hablaremos la próxima semana.