viernes, 19 de abril de 2024

Desde este cuarto

Para ti, mi Margarita, mi hijita


"Amo a esa tierra mía desventurada como es hoy porque allí nací, tuve ilusiones, luché con el sueño de transformar el mundo, amé y sufrí, y porque a una tierra nos une entrañablemente, no sólo sus felicidades y virtudes, sino y sobre todo, sus tristezas y precariedades. En mi país conocí a las personas que más me han amado y alentado, gente sensible, generosa, llena de talentos y posibilidades. A ellos les pertenezco en medio de esta tragedia que vivimos como lo más sagrado". 


Ernesto Sabato, en "España en los diarios de mi vejez".


Pongo la tetera.

Desde mi mesa alcanzo a ver el mismo perro

corriendo en la montaña:

lo acaban de soltar.

Parece que volverá a llover, 

amenaza mi silla

y me siento como si me acabaran de amarrar a ella.

Mi hijita de dos años dice 

Sol, no hay...

Me enternece su casi llanto y que hable español.

He aprendido a sonreír en invierno;

a este asegurarme de que las tardes no pasan  

a la vez de hacer lo que el tiempo permite.

El perro sigue sin parar;

la distancia no me deja asegurarlo,

pero quiero escribir que sonríe.

"No hay Sol, Dalal"...

se me aguan los ojos.

Tomaré té. 


dom., 21 ene. 

Margarita está tomando su siesta. Releo lo que acabo de escribir y lo publico en el blog y las redes sociales. 

Volviendo al té, cada vez más me gusta acompañarlo con un poco de kaeek. Después de hacer mjaddara, mi hijita me pidió regresar al cuarto, donde tenemos una pequeña cocina de juguete: ama recrear lo que hago, mucho más desde que empezó a participar en las preparaciones.

Releo mis últimas notas y repito cómo pasé tanto tiempo sin escribir. Recibo las palabras de mi querido profesor Efrén -siempre generoso, leyendo a sus alumnos-, alentándome a seguir escribiendo; le agradezco de corazón, ya que realmente las necesito. 


mar., 23 ene. 

Disfrutamos diciembre. Margarita y yo fuimos mucho al parque acostumbrado, que en esas fechas abrieron desde las cinco de la tarde. Con sus infinitas luces, caras alegres y canciones el frío no importó mucho. 


jue., 18 abr. 

Margarita y yo acabamos de regresar a la casa; en el parque tuvimos estos diálogos: 

-Las hormigas se están peleando.

-No, las hormigas no se pelean.

-¡Ali y Basma sí se pelean! 

Ali y Basma son mis sobrinitos, hijos de mi hermano. 

Tengo mucho que aprender sobre ellas; leo en la Red: 

"Las hormigas son capaces de levantar aproximadamente 50 veces su propio peso. Esto es el equivalente a que una persona por ejemplo de 70 kg de peso pudiese levantar 3500 kg de peso". 

"Estos insectos emplean tácticas de guerra parecidas a las de los humanos. Incluso secuestran a las crías de sus rivales y tienen esclavos. 

Es famoso el estudio que realizó el investigador y aventurero Mark Moffett, quien publicó sus conclusiones en un artículo en Scientific American, titulado Las batallas entre hormigas se asemejan a la guerra humana (...) 

Entre los motivos por los cuáles las hormigas van a la guerra hay razones económicas, pero no solo para conseguir más comida, sino también más territorio, así como mano de obra, pues hay  especies que secuestran a otras y las emplean como esclavas, apunta Mark Moffett. El acceso a los recursos es fuente de conflicto, como en el caso de los seres humanos. 

Incluso las hormigas utilizan armas biológicas. Las hay que penetran en las líneas enemigas, donde sueltan unas señales químicas que desconciertan a sus rivales y aprovechan la confusión para llevarse sus huevos hasta su hormiguero, donde las hormigas que nazcan tendrán una vida como esclavas, detalla Moffett en su estudio". 

-¿Qué estarán diciendo los pajaritos?

-¡Estoy feliz! 

Lo escribo para jamás olvidarlo. Es tan grande este amor. 


vie., 19 abr. 

Desde hace unos seis años, cada vez más recuerdo estas palabras de Fernando Vallejo, en "Los días azules", que acabo de terminar de releer: "El futuro todo está en el pasado, y la absoluta tristeza en la absoluta felicidad". 

Ahora, mientras mi hijita toma su siesta, releía "El desbarrancadero"; hice una pausa para anotar esto y repensar en el tiempo que no he escrito y cada "por qué no" me lleva a responder que mucho quisiera sólo transcribir: hay autores que nos son tan cercanos que pareciera que hablaran por nosotros, y es cuando no me importa dejar la página en blanco y vuelvo a sus libros y mucho me doy cuenta de que transcribo lo transcrito: reconozco que esto me place tanto como escribir.

Releo esto en "El desbarrancadero" y me pregunto si lo he publicado en Correctora de Estilo Isla de Margarita; en lo que recuerdo creo que en breve lo dejaré allí:

"-¡Se los dije, se los dije! -les decía yo triunfante, atropellando el idioma (no es 'los' sino 'lo' porque lo que dije es singular así se lo haya dicho a muchos y Colombia país de gramáticos)". 

Se despertó mi hijita. Espero continuar más tarde. 





martes, 23 de enero de 2024

Pongo la tetera.

Desde mi mesa alcanzo a ver el mismo perro

corriendo en la montaña:

lo acaban de soltar.

Parece que volverá a llover, 

amenaza mi silla

y me siento como si me acabaran de amarrar a ella.

Mi hijita de dos años dice 

Sol, no hay...

Me enternece su casi llanto y que hable español.

He aprendido a sonreír en invierno;

a este asegurarme de que las tardes no pasan  

a la vez de hacer lo que el tiempo permite.

El perro sigue sin parar;

la distancia no me deja asegurarlo,

pero quiero escribir que sonríe.

"No hay Sol, Dalal"...

se me aguan los ojos.

Tomaré té.


21/01/2024.


https://youtu.be/9iEuhNUBUas?si=-lLUKrK-htW9WxRS

jueves, 25 de mayo de 2023

Desde este cuarto

Para ti, mi Margarita, mi hijita


..."que no hay amor donde antes no hubo amor". 

Carlos Cortés 



mié., 14 dic. 


Qué grato escuchar a Juan Diego Flórez cantando Burrito sabanero. Ayer la encontré en YouTube. Margarita la reconoció y rápido me vio, sonrió y alzó los brazos pidiendo que la cargara para bailarla juntas. Se la pongo desde que nació. 



sáb., 7 ene. 


Mucho sin escribir. Abro Facebook y leo que ayer murió Victoria de Stefano. Recuerdo su mirada con una sonrisa sincera en la Feria Internacional del Libro del Caribe, en 2017. Un par de meses después, en Caracas, poco antes de mi viaje a Líbano, encontré y leí Diarios. 1988-1989. La insubordinación de los márgenes, y desde entonces la ha sentido cerca de mí, como una confidente, y mucho más cuando extraño a mis amigos y la realidad me dice dónde están y dónde estoy y la releo y recupero la fuerza para seguir; ¿parte de la magia de la literatura?



dom., 30 abr. 


No sé cómo pasé tanto tiempo sin escribir. ¡Me hace tanta falta! Aprovecho que mi hijita está tomando su siesta, bajo al máximo la luz de este aparato y empiezo a leer un libro que desde hace años tengo en PDF y que he evitado por lo mismo: El cuaderno dorado, de Doris Lessing. Hace mucho leí su autobiografía y no la he olvidado. El cuaderno ha estado aquí, en mis archivos descargados, hasta que hoy por fin decidí abrirlo y ahora hasta agradezco que lo tenga en formato electrónico porque no puedo prender la lámpara, además me está costando leer en la noche, termino muy cansada y casi siempre duermo al mismo tiempo que mi hijita. 


lun., 1 may. 


Ayer no alcancé señalar esto: 


"Todo empieza cuando el niño tiene apenas cinco o seis años, cuando entra en la escuela. Empieza con notas, calificaciones, premios, 'bandas', 'medallas', estrellas y, en ciertas partes, hasta galones. Esta mentalidad de carreras de caballos, ese modo de pensar en vencedor y en vencidos, conduce a lo siguiente: 'El escritor X está o no unos cuantos pasos delante del escritor Y. El escritor Y ha  caído más atrás. En su último libro, el escritor Z ha rayado a mayor altura que el escritor A'. Desde el principio, se entrena al niño a pensar así: siempre en términos de comparación, de éxito y de fracaso. Es un sistema de desbroce: el débil se desanima y cae. Un sistema destinado a producir unos pocos vencedores siempre compitiendo entre sí. Según mi parecer —aunque no es éste el lugar donde desarrollarlo—, el talento que tiene cada niño, prescindiendo de su cociente de inteligencia, puede permanecer con él toda su vida, para enriquecerle a él y a cualquier otro, si esos talentos no fueran considerados mercancías con valor en un juego de apuestas al éxito. 


Otra cosa que se enseña desde el principio es desconfiar del propio juicio. A los niños se les enseña sumisión a la autoridad, cómo averiguar las opiniones y decisiones de los demás y cómo citarlas y cumplirlas. 


(...) 


Como cualquier otro escritor, recibo continuamente cartas de jóvenes que están a punto de escribir tesis y ensayos acerca de mis libros, desde varios países, especialmente de los Estados Unidos. Todos dicen: 'Déme, por favor, una lista de los artículos sobre su obra, las críticas que los expertos hayan escrito sobre usted'. También piden mil detalles totalmente inútiles que no vienen al caso, pero que se les ha enseñado a considerar importantes, tantos detalles que parecen los de un expediente del departamento de inmigración. Esas peticiones las contesto de la siguiente forma: 'Querido estudiante: Está usted loco. ¿Para qué gastar meses y años escribiendo miles de palabras acerca de un libro, o hasta sobre un autor, cuando hay cientos de libros que esperan ser leídos? ¿No se da cuenta que es víctima de un sistema pernicioso? Y si usted ha escogido por su cuenta mi obra como tema y si usted tiene que escribir una tesis —y créame que le estoy muy agradecida que lo que he escrito lo haya encontrado usted útil—, entonces ¿por qué no lee lo que he escrito y se hace una idea propia acerca de lo que usted piensa, cotejándolo con su propia vida, con su propia experiencia? ¡Olvídese de los profesores Blanco y Negro!'. 

'Estimado escritor —me contestan—: Debo saber lo que dicen los expertos, porque si no los cito mi profesor no me va a dar nota.' Éste es un sistema internacional, absolutamente idéntico, desde los Urales hasta Yugoslavia, desde Minnesota hasta Manchester. El caso es que estamos tan acostumbrados a él que ya ni nos damos cuenta de lo malo que es. No puedo acostumbrarme, debido a que abandoné la escuela a la edad de catorce años. Durante cierto tiempo sentí pesar por eso y creí haber perdido algo de mucho valor. Ahora estoy muy contenta de tan afortunada salida. Después de la publicación de 'El cuaderno dorado', me metí entre ceja y ceja encontrar algo acerca del mecanismo literario, examinar el proceso que crea al crítico y al comentarista. Hojeé incontables exámenes escritos y no podía dar crédito a mis ojos. Me senté en clases donde se enseña literatura y no podía dar crédito a mis oídos. 


Quizá digáis: 'Es una reacción exagerada y no tiene derecho a decir tales cosas, porque usted misma confiesa que nunca ha sido parte del sistema'. Pero creo que no exagero en absoluto y que la reacción de alguien del exterior es valiosa, simplemente porque es fresca y no está mediatizada por una lealtad a una educación particular. 


Pero después de esta investigación no tuve dificultad en contestar mis propias preguntas: ¿Por qué tienen tan estrechas miras, por qué son tan personales, cómo poseen tan poco talento? ¿Por qué siempre atomizan y desprecian por qué les fascinan tanto los detalles y se desinteresan del conjunto? ¿Por qué su interpretación de la palabra crítica es siempre la de encontrar faltas? ¿Por qué acuden siempre a los escritores en conflicto unos con otros, y no a aquellos que se complementan...? Simplemente, porque han sido entrenados para pensar así. La persona valiosa que comprende lo que usted está haciendo, lo que usted está intentando, y puede hacerle una crítica válida y darle un consejo, es casi siempre alguien que está fuera del mecanismo literario, incluso fuera del sistema universitario. Puede que se trate de un estudiante que acaba de empezar y que siente aún amor por la literatura, o quizá sea una persona que piensa mucho y lee mucho, siguiendo su propio instinto. 


A esos estudiantes que tienen que pasarse un año o dos escribiendo tesis sobre un libro, les digo: 'Solamente hay una manera de leer, que es huronear en bibliotecas y librerías, tomar libros que llamen la atención, leyendo solamente esos, echándolos a un lado cuando aburren, saltándose las partes pesadas y nunca, absolutamente nunca, leer algo por sentido del deber o porque forme parte de una moda o de un movimiento. Recuerde que el libro que le aburre cuando tiene veinte o treinta años, le abrirá perspectivas cuando llegue a los cuarenta o a los cincuenta años, o viceversa. No lea un libro que no sea para usted el momento oportuno. Recuerde que ante todos los libros que se han impreso, hay tantos o más que nunca se han publicado o que nunca han sido escritos, incluso ahora, en esta época de reverencia al papel impreso. La historia, e incluso la ética social, se enseñan por medio de historias, y la gente a la cual se ha condicionado para que piense sólo en términos de lo que está escrito —y desgraciadamente todos los productos de nuestro sistema educativo no pueden hacer otra cosa— pierden lo que tienen ante la vista. Por ejemplo, la historia real de África está aún en custodia de narradores de historia negros y hombres sabios, historiadores negros, médicos negros: se trata de una historia oral, a salvo del hombre blanco y de sus depredaciones. En todas partes, si mantiene usted despierta la mente, encontrará la verdad en palabras que no han sido escritas. Así que no deje nunca que la palabra escrita se adueñe de usted. Debe saber, por encima de todo, que el hecho de que tenga que pasarse un año o dos con un libro o un autor significa que usted ha sido mal instruido, que usted debía haber sido educado para leer a su manera, de una preferencia a otra; debiera haber aprendido a seguir su propio sentimiento, intuitivamente, acerca de lo que necesita y no la manera como debe citarse a los otros'. 


(...) 


hay libros de crítica de inmensa complejidad y conocimiento que tratan, a veces de segunda o tercera mano, de obras originales: novelas, comedias, historias. La gente que escribe esos libros constituye todo un estrato en universidades de todo el mundo; se trata de un fenómeno internacional, de la capa superior del mundo literario. Sus vidas han sido empleadas en la crítica y para criticar la crítica de los otros críticos. Éstos consideran su actividad más importante que la misma obra original. Es posible que los estudiantes de literatura empleen más tiempo leyendo críticas y críticas de críticas del que invierten en la lectura de poesía, novelas, biografías, narraciones... Muchísima gente contempla este estado de cosas como normal y no como triste y ridículo...". 


mié., 24 may. 


Gracias al aliento de un lector hoy vuelvo a esta página y con ella repienso en la falta que me hace escribir. Releo a Lessing y todo en ella me encanta: es algo que ha estado conmigo desde que estudié Letras y entré en ese ambiente frío lleno de ego tan nuevo para mis apenas diecinueve años. Cursé esa carrera sólo porque desde que recuerdo escribo, me gusta, necesito hacerlo. Pero llegar a leer allí un verso mío mucho me quebró la voz porque sabía la cantidad de murmuraciones que lo rodeaba. Veinte años después repito que nunca he comprendido la crítica. Reflexiones como las de Lessing son más que un ungüento. Además de escribir lo que más me llena es leer, y mucho más releer a los autores que amo por el simple hecho de que de verdad los amo, nunca con el ánimo de criticarlos, lo que para mí es una gran pérdida de todo (me han dado ganas de plasmar en mayúscula esta última palabra, pero la correctora interna no me lo permite). 


Mi hijita sigue dormida. Quiero escribir más. Mas Doris me llama.






http://elmundodesdecolima.org.mx/vereda-anonima/


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martes, 29 de noviembre de 2022

Desde este cuarto

Para ti, mi Margarita, mi hijita


"La verdad de la otra persona no está en lo que te revela, sino en lo que no puede revelarte. Por tanto, si quieres entenderla, no escuches lo que dice, sino lo que calla".


Khalil Gibrán


El tiempo: esta almohada de lágrimas que asaltan al ritmo de la campana de la iglesia de la esquina.


1


mar., 8 nov.


No me gusta transcribir así la fecha de hoy y no sé por qué lo hago tras verla en este teléfono celular. Mi hijita duerme su siesta. Sus piernas están sobre las mías. No quiero moverme. Podría despertarla. Extiendo mi brazo derecho lo más lejos de su cabeza y escribo usando este aparato. Dejo muy poca luz en la pantalla. La habitación oscura invita a dormir. Tengo sueño. Lo intento. Mas lloro y no consigo parar.


2


Me siento un poco más tranquila. Mi hijita sigue dormida. Ayer cumplió trece meses. La veo y aún me parece un sueño tenerla. Margarita de mi vida:/ mi isla,/ mi perla/ y mi flor.


3


Las sábanas están limpias, sin embargo, siento un fuerte impulso de lavarlas. Necesito mis pijamas: algo tan simple como guardar la ropa de verano, sacar la de invierno, me deprime. Abro Facebook y veo que la esposa de mi primo ha publicado una foto de Valencia, España, a oscuras, a las siete y media de la mañana. Le escribo qué bonito era madrugar en Margarita e ir a La Caracola. A esto le agrego una cara llorando. Y no es mentira. Y ahora vuelvo a llorar. Esta semana, con el retraso de la hora, las tardes se han hecho eternas hasta que saco No cesa de llover, mi novela favorita, y la releo casi siempre con voz, como contándosela a mi hijita. Ella deja sus juegos y la toca. Me observa. Escucha. Busca los marcapáginas. Menciono sus colores. Le doy uno. Sonríe y ríe a carcajadas. Baila sin dejar de verlo y de verme. Me derrito de amor.


4


mié., 9 nov.


Mi hijita está en mi pecho. Leo información sobre lactancia materna. Doy gracias a Dios por permitirme seguir.


5


vie., 11 nov.


Extiendo mi brazo izquierdo. Sostengo el teléfono celular. Escribo con el dedo pulgar. Pocos minutos antes escuché un parrandón, cargué a mi hijita, bailamos, reímos frente al espejo. Ahora que empiezo a amamantar no paro de llorar en silencio. Extraño mucho mi país. Muchas veces aún me parece mentira estar tan lejos. En enero cumplo cinco años aquí. Es increíble cómo el ser puede estar y a la vez no en un lugar. Así me siento. Más en estas fechas cuando todo era alegría, baile en cualquier calle de la isla, saboreando hallacas, panes de jamón. Hasta el café marrón claro extraño. El hojaldre de queso, de manzana en las panaderías. Mucho las frecuentaba. Algo en ellas me hacía inspirarme para escribir. Allí nacieron textos en mi mente que rápidamente terminaban en el cuaderno que siempre llevo conmigo. Me hacen falta mis amigos, la sencillez de mi gente, su transparencia, su cariño sincero. Dejo de llorar y vuelvo a llorar. Mi hijita se alimenta. Ya casi se duerme. Además de necesitar escribir para sobrellevar estos días, el que un día ella lea esto me impulsa a hacerlo. Se llama Margarita. Le hablo en español. Me ilusiona que luego podamos leer juntas en nuestro idioma. Sentarnos en algún café y releerle mi poema favorito de Rafael Cadenas. Decirle que ayer, 10 de noviembre, ganó el Premio Cervantes 2022. Que esto también me emociona hasta las lágrimas. Que nunca olvido su humildad cuando lo vi y le pedí que me firmara sus libros. Margarita, cuántas cosas haremos juntas. Sobre todo, cuánto aprenderemos juntas. Tú eres mi mejor profesora. Te amo como nunca imaginé se podía amar.


6


sáb., 26 nov.


Son las 12:18 p.m. Margarita se acaba de dormir en mi regazo. Si la pongo en la cama podría despertarse. Esto casi siempre pasa en el día. De noche acepta quedarse sobre nuestra cama y no se despierta tan rápido si voy al baño, como, corrijo o leo. Cociné temprano. Voy a dejarla en mis brazos. El cuarto está oscuro, pero con la poca luz de este aparato veo su cara. Amo su tranquilidad. Hemos adornado la casa: las luces de Navidad tímidamemte entran hasta aquí. Mi hijita ama verlas. Las toca con delicadeza mientras le repito wa-wa, cuidado, suave, cariño. Me duele el cuello. Lo giro a la derecha para descansar un rato. Tengo hambre. Hice la ensalada de atún. Le puse de todo. Nada más me falta preparar la canasta de queso. Como la que hacían en Luciano. Un restaurante en Pampatar. Bellísimo. Y con una vista inolvidable. No sé si siga abierto. Lo buscaré en Instagram. Quiero escribir "Chu tabakhte? (¿Qué cocinaste?) Crónicas de un pueblo libanés", por ser aquí la pregunta de cada día. Me duele mucho el cuello.



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jueves, 20 de octubre de 2022

Busquemos otra rosa

Para Ali El Laden Mourad, mi papá, desde siempre mi inspiración para escribir, y más hoy en su cumpleaños. Te amo, papi. Felicidades.


Llegamos cada día a este parque, 

puede ser antes o después del mediodía,

depende del clima y de las tareas con mi hijita.


Cae una rama frente a nosotras, 

vemos al mismo hombre, 

a veces sobre el banco, 

otras sobre la silla,

una que otra vez leyendo el periódico, 

lo que me asombra:


desde lejos le tomo una foto

y de inmediato se la mando a mi papá, 

emocionada,

afirmándole que, 

en casi cinco años en este país,

es la tercera vez que veo a alguien con este medio impreso.


Cae un pétalo 

después de rozarlo con mi hijita

y ella lo observa sobre la tierra 

y la consuelo diciéndole

busquemos otra rosa.


La reunión de los no más de cinco hombres mayores, 

de camisa y pantalón,

uno siempre de traje,

me lleva a imaginar que hablan

de la situación política cada vez más inestable.


Rozamos otro pétalo, 

esta vez menos seco,

esta vez no cae.


Mi hijita le sonríe al señor del periódico,

mueve sus manos para saludarlo,

pero él parece no mirar,

mantiene su seriedad 

mientras parece descansar de la lectura 

para preguntarse sobre la vida 

mientras parece perderse entre el silencio de los pájaros 

y el grito de los árboles

sobre el agua sucia del río Berdawni.


Zahle, 19 de octubre de 2022.






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sábado, 27 de agosto de 2022

En el Terminal de Nuevo Circo

"Uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida".


Releer "Estambul", de Orhan Pamuk, es revivir mucha nostalgia: él por su ciudad aun estando en ella, yo por mi isla de la que me encuentro muy lejos.

     Mis ojos se detienen en la peinadora, al frente de mí, en la linterna recargable que reposa allí y que está por apagarse.

     "Tenía once años. El policía y yo nos hicimos amigos. Me dejaba vender Salvavidas, pistacho, maní dulce, chicle, tostón... cada uno a un real y medio. Otros chamitos querían hacer lo mismo, pero él no los dejaba y se molestaban conmigo".

     Estar con mi papá es como abrir un libro: de niño trabajó en las calles de Caracas, y sus memorias sumadas a su tristeza por la distancia nunca faltan cuando nos vemos, sobre todo al caminar juntos.

     "Un italiano vendía papas fritas. Costaban un real. El policía lo quería sacar".

   "Ni se me pasaba por la cabeza irme de Estambul. Y no porque la ciudad me encantara ni porque la amara consciente o apasionadamente, sino porque soy una persona que, por instinto, abandona a duras penas sus costumbres y los lugares en los que vive y especialmente perezosa a la hora de cambiar de espacio, entorno, casa o barrio. Ya por aquellos tiempos empecé a descubrir que yo era alguien que podría vivir siglos vistiendo y comiendo todos los días lo mismo sin aburrirse mientras pudiera forjarme fantasías salvajes.

       Las cuestiones básicas, como las de qué sería en el futuro, cuál era el sentido de la vida y cuál debía ser, las hablaba con mi padre durante los paseos en coche que por aquella época dábamos juntos los domingos por la mañana. Todos los domingos mi padre me subía al coche (un Ford Taunus modelo de 1966), encendía la radio y pisaba el acelerador con cualquier excusa, visitar las obras de algún depósito o una estación que la compañía Aygaz, de la que era director, estuviera construyendo cerca de Büyükçekmece, en Ambarh, dar un paseo por el Bósforo, salir a comprar cualquier cosa o pasar por casa de la abuela".

     Aún sin electricidad. Se ha apagado la linterna; me queda la del teléfono celular, aunque tiene poca carga.

      "Todos los días vendía 50 bolívares. Ganaba el doble".

      En la pared, el reloj, el sonido de sus manecillas parece seguir la canción: "y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas".

    "Mientras avanzábamos por las calles y avenidas, desiertas los domingos por la mañana, del Estambul de finales de los sesenta y principios de los setenta, por barrios a los que nunca habíamos ido antes, escuchando las canciones de 'música ligera occidental' que sonaban en la radio (los Beatles, Sylvie Vartan, Tom Jones y demás), mi padre me contaba alegre que lo más importante en la vida era que uno se comportara como le salía de dentro, que el dinero no era un fin en sí mismo sino un medio que había que utilizar si era necesario para ser feliz, o cómo había escrito poesía en habitaciones de hotel en París, adonde se había ido en tiempos abandonándonos, cómo había traducido al turco los poemas de Valéry y cómo un tironero le robó la maleta llena de poemas y traducciones durante un viaje a América que hizo años después. Sabía que nunca olvidaría nada de lo que me contaba saltando de tema en tema adaptándose a las subidas y bajadas de la música, a la continua sucesión de calles o al propio fluir de las historias".

     "Fue en el Terminal de Nuevo Circo. Las muchachas me decían por qué no vendes papas...".

         Pienso todo esto mientras creo continuar mi lectura.

       Zahle, 27 de agosto de 2022.


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lunes, 8 de agosto de 2022

Khadija

La brisa se detiene. Los pinos esperan. El cielo anuncia la quema de más basura. Los niños huelen. Los adultos se quejan. Los más jóvenes olvidan las consecuencias mientras fuman su arguile.


     A pesar de que el árabe es un idioma escandaloso, a pesar del no descanso de los tractores, a pesar de los disparos por cualquier razón, esta tierra es silencio.

     Los adultos se quejan, sin embargo, al frente de los que mandan, callan. ¿Pena? ¿Miedo? ¿Qué dirán?

     Cáncer, infertilidad, son algunas de las consecuencias de esta quema, afirma el pueblo, al mismo tiempo que con las mascarillas ya no intenta protegerse de los más recientes virus.

     -¡Ven, Khadija! -una madre llama a su hija-. Ayúdame a regar las papas.

     Mi papá se acerca:

     -Te llamas como mi mamá. ¿Desde qué hora empiezan a trabajar?

     -Desde las cuatro de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Para no dejar a la pequeña sola, se viene conmigo.

     -¿Cuánto te pagan?

     -40 mil liras.

     -Khadija, ¿vas a la escuela?

     -Dejé de ir, pero volveré, quiero ser enfermera.

     Largas horas de trabajo por poco más de un dólar no parecen cambiar la sonrisa de la mujer ante la seguridad de su niña, quien se tapa la nariz con sus manos. Mi papá no tiene más palabras. Decido no acercarme. La brisa, los pinos, el cielo... nada cambia. El nudo en mi garganta me permite apenas titubear:

Esta tierra
y la muerte
lenta
de sus hijos.

     Ghaza (Líbano), 8 de agosto de 2022.


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