viernes, 29 de abril de 2016

De aquí y de allá

¿Dónde nací? En la Isla de Margarita (Venezuela). ¿Dónde nacieron mis padres? En el Valle del Bekaa (Líbano). ¿Dónde viví muchos años? En Colima (México). ¿De dónde me siento? Ay, ¡aquí la respuesta ya no es tan inmediata!, pero, por favor, antes de señalarme, de acusarme, de hablar por mí y afirmar que no quiero a mi país, le pido que lea –ojalá que me sea posible explicarlo y en un espacio tan limitado- lo que vive en mí.
Aunque he tenido la oportunidad (lo que le agradezco mucho a la vida) de ir a Líbano, tierra a la que le tengo un inmenso cariño; aunque mi lengua materna es el árabe y desde niña como tabbule, falafel, fatayer y hummus (¡y me encanta!), mentiría si dijera que me siento libanesa. Sin duda, aunque reconozco mis orígenes, soy venezolana y también muero por una arepa, un pabellón criollo, unas empanadas, una cachapa con queso guayanés, una cocada y unas hallacas (sobre estas últimas, me permito presumir las que prepara mi mamá).
Ahora, si me preguntan por Colima, donde viví ocho años, si me preguntan si me considero mexicana, aquí sí me detengo, aquí sí no podría decir que no me siento de allá, de ese rincón que me dio su calor hasta el último segundo, donde aprendí a comer picante y ahora todo me sabe a nada si no lo lleva. Sí, seguramente me sucede esto porque, a diferencia de Líbano, en México sí viví y no únicamente eso, sino que desde el primer momento quedé enamorada de él y mi enamoramiento creció cada día más. Claro que antes que nada soy margariteña, pero no puedo negar que México también forma parte de mí. Estoy aquí, pero me siento allá y, seguramente, si regresara me sentiría aquí (como solía pasarme).
El pasado 22 de agosto fui a renovar mi pasaporte venezolano (por cosas de la vida, a pesar de haberme casado con un mexicano, no obtuve la nacionalidad de ese país) y hasta que estuve sentada frente a la cámara con la que me tomaron la foto que pegarán en el documento, me di cuenta de lo que llevaba encima y me dije sin voz: “¡Saldré con una blusa colimense!”. Aquí, en Margarita, me han llegado a comentar que no tengo que estar representando a México, y yo he expresado que no uso esa ropa por eso, sino porque me siento cómoda, porque me gustan sus diseños, sus colores, sus telas (tiendo a no aferrarme a lo material, pero cuánto lamento haber tenido que dejar en Colima algunos vestidos, muy hermosos, que siempre usaba para salir o estar en casa).
Tras este tipo de observaciones que me han hecho, también he preguntado al aire: ¿Qué es la nacionalidad? ¿Por qué ese afán de etiquetarnos? ¿Por qué no pensar en un solo mundo, en vez de estar pendientes de las divisiones? ¿Por qué no mejor definirnos como de aquí y de allá? ¡La tierra es de todos! El hombre fue quien creó las fronteras, los países. Por eso hoy, cuando me preguntan de dónde soy, contesto que me llamo Dalal y que nací en esta isla, pero que mi sangre viene del mar Mediterráneo y que mi corazón está en los suelos que conocemos como Venezuela y México.
Hace tres días crucé la calle junto a dos hombres mayores. A quien le calculé casi ochenta años, tenía unas sandalias de una conocida marca extranjera que ahora muchos usan por ser muy cómodas. Su compañero, unos diez años más joven, llevaba unas alpargatas (un calzado típico tanto de Venezuela como de otras naciones latinoamericanas, también usado en España y en Francia). Qué bonito es conservar nuestras costumbres y qué maravilloso es hacerlo sin darle la espalda a lo otro que también nos corresponde. Todo es de todos. Nada es original. Nosotros mismos somos el resultado de mezclas: en mi caso, hasta donde sé, también tengo raíces turcas y saudíes. No nos encasillemos. Valoremos lo nuestro (que también es de los demás) y no neguemos lo externo (ni mucho menos evitemos amarlo), ya que también nos pertenece.
*Porlamar, agosto de 2012.

 http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:168080

 http://www.elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/16111-vereda-anonima

jueves, 28 de abril de 2016

Hoy no me pasará nada



 -Ponte otra camisa, Ibrahim.
-No te preocupes, habibi, hoy no me pasará nada.
-¡Cámbiatela, por el amor de Alá!
-Hoy todo irá bien, lo presiento.
Lo que me ha sucedido ha sido por pura casualidad. Bueno, para no verme tan positivo, por qué no decirlo: pues sí, digamos que no he tenido muy buena suerte. Pero hoy todo saldrá de maravilla porque, para empezar, no me detendré en Jib Janin, por mi cóctel de frutas favorito, sino que seguiré mi camino hasta llegar a casa de mis suegros, en Baaloul, donde, para prevenir, no aceptaré ni una taza de café.
Confieso que he pasado noches casi sin dormir, preguntándome qué tendrá esta camisa, si se tratará de algo más que mala suerte. Tan bonita que es y lo elegante que me veo con ella. La compré el año pasado, justo en estas fechas de Ramadán. Yo estaba en Zahle, la vi exhibida, me la probé y, sin importarme su elevadísimo costo, la pagué, ¡y ni pedí descuento!
Al día siguiente, la estrené. Yo estaba feliz cuando empecé a saborear la cena, pero me distraje hablando con una de mis nietas, y el plato de hojas de uva, tabule y kibbe, que recién me habían servido, se me vino encima. A la semana, cuando volví a ponérmela, ya no me cayó la comida, sino el jugo que acepté en casa de mi primo. Luego fue el manaísh, durante el desayuno con los socios. Más adelante, el knafe dominical, en el SeaSweet, y bueno, digamos que la lista sigue, y es larga.
            -¡Ahla u sahla! –muy alegre, me recibe mi suegra, quien en breve lamenta el problema con la tubería, que le ha causado un gran charco en todo el frente de su casa, aunque su risueño semblante regresa al yo entregarle las hojas secas de mlukhiyi que le mandó mi esposa, para la cena de este viernes.
            -¡Itfaddal al ahwe! –me invita mi suegro, también muy contento, sin embargo, con mucha pena rechazo su rico café, con la excusa de que debo volver al trabajo, prometiéndole que el viernes, sin falta, sí se lo aceptaré.
            Veo mi camisa limpia y cruzo la calle con el mismo gozo que siento al salir temprano de la oficina. A menos de cinco metros para llegar a mi vehículo, pasa una camioneta que transporta a mi pecho el agua estancada de la que acababa de quejarse mi suegra. Ya en Ghaza, entrando a casa, me libero de mi camisa aún húmeda y, mientras -¡con la ayuda de una gran tijera!- voy dejándola en pedazos, experimento el mismo gozo que siento al no ir a la oficina, mezclado con el gran placer que hace media hora viví, en Jib Janin, al disfrutar mi cóctel de frutas favorito.

http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:167733

 http://elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/16008-vereda-anonima


jueves, 21 de abril de 2016

Todos por nuestro idioma español

Muchísimas gracias, Arturo Marcano, Julieta Arenas, Omar Paredes, Victoria Fernández, por sus preguntas que hacen posible este espacio.

-“En lugar de ruptura, ¿es válida la voz rotura?”. 

En el "Diccionario panhispánico de dudas" leemos que para nombrar la acción y efecto de romper(se) existen dos sustantivos, “rotura” y “ruptura”, pero no son intercambiables. Cuando se trata de realidades materiales, se prefiere el uso de “rotura”:
-La rotura de la cadera me impidió continuar compitiendo.
Si se trata de realidades inmateriales, lo normal es usar “ruptura”:
-Me entregaron la carta oficial de ruptura de relaciones diplomáticas.

-"¿'Nobel' lleva tilde en la 'o'?".

Este mismo diccionario señala que "nobel" es el nombre de los premios instituidos por el químico sueco Alfred Nobel. En su lengua de origen, el sueco, es palabra aguda (se pronuncia nobél), y así se recomienda pronunciarla en español, a pesar de que la pronunciación llana (nóbel) está muy extendida. No debe confundirse con el adjetivo "novel" (del catalán "novell": nuevo), que quiere decir “que comienza a practicar un arte o una profesión, o tiene poca experiencia en ellos”.
Cuando se refiere al nombre del premio, se escribe con inicial mayúscula y es invariable en plural:
-Los premios Nobel son los más prestigiosos del mundo.
-La ceremonia de entrega de los Nobel es muy vistosa.
Cuando se habla de la persona que lo ha recibido, se escribe con minúscula y hace el plural en "es":
-Al congreso acudió un nobel.
-Al congreso acudieron cinco nobeles.

-“¿Se dice extreñido o estreñido?”.

El “Diccionario de la Real Academia Española” indica que “estreñido” (de “estreñir”, del latín “stringĕre”: apretar, comprimir) tiene que ver con “retrasar el curso del contenido intestinal y dificultar su evacuación”. Este vocablo también significa “miserable, avaro, mezquino”.
Las formas “estriñido” y “extreñido” son incorrectas.

-“¿La palabra versus es correcta?”. 

En latín, esta preposición significaba “hacia”. En el siglo XV, en el lenguaje jurídico inglés, adquirió la acepción de “contra”, y con este sentido se usa frecuentemente en el español de hoy. Es común la forma abreviada “vs.”. Aunque su uso no es incorrecto, se sugiere sustituir este latinismo anglicado por la preposición española “contra” o por la locución preposicional “frente a”.

http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:167379

http://www.elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/15891-vereda-anonima

jueves, 14 de abril de 2016

Sustituyamos*



Un amable lector preguntó a su servidora dónde había conseguido el libro "El estilo del periodista", de Álex Grijelmo, y se aprovecha la oportunidad para destacar que ella tuvo la fortuna de encontrarlo en la librería TecniBooks, ubicada en el centro comercial AB, en la avenida Bolívar. Con esta obra también hoy en manos, mencionaremos algunos neologismos (nuevas palabras en una lengua) que, según este autor, preferiblemente no debemos usar:
            Empezaremos con una palabra que, en lo personal, desagrada, y mucho. Se trata de "posicionarse", que cada vez con más frecuencia escuchamos o vemos escrita y "que introdujeron en la prensa los políticos vascos. No tiene sentido si ya contamos con otras más eficaces como 'definirse', 'situarse', 'pronunciarse'... Aún parece más fea la derivación 'posicionamiento'. Lamentablemente, la Academia ha aceptado ya 'posicionarse'. Pero nadie dice en su vida habitual 'tenemos que posicionarnos sobre si vamos al cine o al teatro'".        Otro vocablo ya cada vez más empleado en nuestro idioma es "chat", que "no existe en español", a diferencia de "chatear", que tiene que ver con "tomar chatos de vino". "En la jerga internauta, el sustantivo equivale a 'tertulia' o 'conversación'...; y como verbo, a 'conversar', 'debatir' o 'dialogar' en Internet. Serían legítimas las construcciones 'ciberdebate', 'ciberdiálogo', 'cibertertulia'..., para ceñir esas acciones a la Red".
            Continuando con esto de la Internet (sí, lo correcto es decir LA Internet, y no EL Internet, ya que, precisamente, nos referimos a LA Red, y así, con "r" mayúscula, por lo que la Internet debe plasmarse con "i" mayúscula), cuando se trata de hacer un "clic" (sí, así, sin "k" al final) en "un determinado espacio en la pantalla del ordenador cuando el cursor se halla sobre él, para obtener una respuesta del programa", aunque es aceptado el uso de "cliquear" y "clicar", lo recomendable es "pulsar".
            Otro caso: Aquí, en Venezuela, si pedimos, por ejemplo, un refresco "de dieta", nos ven con cara de "¿qué?, ¿cómo dijo?", y hay que volver a "light". Para darnos a entender, se vuelve a "light", aunque qué mejor que al unísono se regrese a "de dieta", refiriéndonos a todos estos "productos ligeros, suaves, rebajados, descafeinados, sin nicotina, sin azúcar, sin calorías... Cualquiera de estas opciones gana a la palabra inglesa".
            ¿Qué hacemos? ¿Sustituimos desde ya estos neologismos desaconsejables, por todas estas otras palabras que desde hace tanto están en nuestro diccionario? El hoy y el mañana de nuestro tesoro, la lengua española, dependen únicamente de nosotros.
*Escrito en Porlamar, en julio de 2013.

http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:166975

http://www.elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/15765-vereda-anonima

viernes, 8 de abril de 2016

“Custodia la lengua
con la que adoras.
Ella muestra y oculta
tu rostro,      
la presencia,
el más poderoso reclamo”,
leo y releo y
cuanto más releo
más creo que son mis palabras.

Amarte es volar

http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:166632

http://www.elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/15647-vereda-anonima

sábado, 2 de abril de 2016

Nunca dejemos de ser niños*

Lo leí y se me puso la piel de gallina. Quiero pensar que me sucedió porque, aunque ya cumplí treinta años, aún tengo mucho de niña, lo que no quisiera perder jamás.
Lo releí y se me volvió a enchinar la piel. Se trata de algo que vivió una amiga de Marie L. Shedlock, y que esta última narra en su libro "El arte de contar cuentos"; una historia que, me atrevo a afirmar, vale la pena que conozcamos todos los que amamos la inocencia de los niños y todos los que anhelamos -sin importar nuestra edad- conservar lo que nos queda de ella; un texto que más me hace querer (y a realmente desde ya hacer lo necesario para conseguirlo) desconectarme de la mayoría de las noticias del día a día, ésas que nos entristecen, que nos deprimen, que contaminan nuestro pensar, separándonos de la otra parte de este mundo que, por momentos, llega a parecernos que no está, pero que sin duda también nos acompaña; de esa otra parte que tanto está que hasta brilla, y brilla tanto que nos alegra, que nos alienta, que rejuvenece nuestras mentes (y es aquí, entre todo este brillo, donde se encuentra la inocencia y qué mejor manera de retenerla que por medio de la literatura y su magia).
Una vez, no recuerdo dónde, leí que si la belleza -al igual que el amor- pudiera definirse, perdería lo bello, dejaría de ser, por lo que, sin decir más, en esta ocasión me despediré compartiendo con ustedes el texto que les he mencionado, deseando que nunca dejemos de ser niños, logrando así que hasta la piel se emocione:
"La señora Glover fue a un barrio muy pobre a visitar a una mujer enferma y, sentados en la puerta de la casa se encontró a dos niños pequeños que tenían algo fuertemente cogido entre sus manos y que contemplaban, expectantes, el final de la calle. Ella deseaba saber qué estaban haciendo, pero al no tratarse de una de esas personas poco imaginativas e insensibles que entran a saco en los misterios que los niños se traen entre manos, pasó por su lado en silencio. Sólo cuando, media hora después, los volvió a encontrar en la misma postura e igual de callados insinuó cautelosamente: 'Me pregunto si me vais a contar lo que estáis haciendo'. Tras dudar brevemente, uno de ellos respondió con voz tímida: 'Estamos esperando los carros'.
Una vez a la semana, pasaba por la calle un carro repleto de verduras y flores que se dirigía a un barrio más próspero y, en los días de suerte, caía una flor, una espiga e incluso una raíz en la parte trasera del carro; y los pequeños estaban esperándolo, con las manitas llenas de tierra, dispuestos a plantar cualquier cosa que cayera de él en su jardín secreto de conchas de ostras".
*Escrito en enero de 2014.

viernes, 1 de abril de 2016

Otra noche sin poder dormir,
sólo pudiendo leer,
pero sin poder leer
por el "deber dormir".
Así hoy
-ya mañana-
y mañana
sin ti.

Todos por nuestro idioma español

“Para aprender a escribir con fluidez y corrección, es preciso leer mucho, ciertamente; pero leer escritos de garantía en cuanto al dominio del idioma (…) es necesario matizar la recomendación de la mucha lectura como panacea para el aprendizaje de la redacción. La abundante lectura de textos ejemplares y actuales de exposición o de ensayo, enseñará una gran cantidad de formas y una variedad de locuciones para articular y comunicar los más complejos pensamientos y sentimientos. Esto es indiscutible. El que lea solamente buenos escritos, cada uno en su género, llegará sin duda a escribir perfectamente, aunque escribirá por imitación, inconscientemente. Podrá llevar a cabo su oficio como primor, como el pajarito elabora su nido sin necesidad de asistir a cursillos de técnicas para nidos. No obstante, el aprender a redactar bien tan solo a base de lecturas, es, en la actualidad, una utopía. Hoy nos vemos obligados a leer muchos escritos que no son modelos en el dominio del lenguaje. La posibilidad de publicación está al alcance de muchos no expertos en el oficio. Abundan las traducciones defectuosas, los libros, revistas y periódicos empedrados de barbarismos léxicos y sintácticos, o las redacciones confusas, desgarbadas o faltas de soltura y fluidez. A esas influencias se agrega la difusión de las emisoras de radio y televisión, que tienen poco de ejemplaridad, tanto en el lenguaje serio como en el cómico y humorístico. Y el defectuoso lenguaje oral es también otro medio que contamina perniciosamente el lenguaje escrito. Por lo tanto, además de la lectura de textos bien escritos, que es un medio eficacísimo y muy recomendable para el aprendizaje de la redacción, se requiere un alto grado de conocimiento científico del idioma para librar al lector de caer en las mismas corruptelas que en muchos textos de deslizan. De lo contrario, pueden asimilarse expresiones agramaticales, ya generalizadas, que a muchos les suenan muy bien; y, viceversa, pueden pasarse por alto numerosas expresiones gramaticales, no generalizadas, que a muchos les pueden sonar mal. No olvidemos que el idioma se aprende generalmente –bien o mal- por imitación y costumbre, más que por estudio y análisis. Pero los oídos y los ojos mal acostumbrados no pueden erigirse en normas”. Basilio Tejedor, en “El arte de la redacción profesional”.
            Queridos lectores, recomiendo ampliamente leer la obra del profesor Francisco Suniaga, nuestro estimado escritor margariteño. Tanto sus relatos como sus novelas son fascinantes y ejemplos de textos bien escritos. A propósito de este tema, en “Esta gente” leemos: "Hace poco, (...) me encontré con tres decisiones del Tribunal Supremo, dictadas entre 2004 y 2011 (...) Son sentencias escritas en un lenguaje muy oscuro, como si en lugar de querer resolver algo quisieran más bien enredarlo. Usted debe saberlo, usted es un abogado litigante activo. Antes uno leía una sentencia de la extinta Corte Suprema y aquello era un deleite. El idioma español más claro y preciso se combinaba con la doctrina de Derecho más pura, unidos armoniosamente, como si bailaran un ballet, un lenguaje plástico y prístino. Nada que ver con los jeroglíficos de ahora, donde lo único que está claro son dos cosas: que están pervirtiendo el Derecho y también el español".
            Les invito a formar parte de la página Correctora de estilo Isla de Margarita, en Facebook, en la que, con mucho gusto, recibimos reflexiones, dudas, aportaciones y preguntas, mismas que nos hacen el favor de publicar aquí, en Vereda anónima, en esta sección titulada Todos por nuestro idioma español. Gracias por estar. Un abrazo cariñoso.

http://dimensionrealdecolima.com/748/1/vereda-anonima

http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:166302

http://www.elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/15530-vereda-anonima