viernes, 19 de mayo de 2017

Verte es recordar aquella noche ante la mesa,
tu corazón protegido
por tu camisa blanca y fresca,
tu mano cariñosa al sentir mi mano cerca,
tu mirada sobre el vaso
protegida por la lágrima que siempre
al escribirte
sale de mis letras.




Tomemos lápices de colores,
para volver a la canción con la que nuestra madre
cada tarde nos arrullaba;
para saborear la cena con el batido de chocolate
que tanto nos gustaba;
para escuchar las olas desde esa playa
a la que cada domingo nos llevaban.
Tomemos más lápices de colores:
una y otra vez
volvamos,
saboreemos,
escuchemos
hasta llegar a la última página de este cuaderno
en honor a la infancia.



¿Travesti o trasvesti?*

Me disculpará el amable lector -quien, quizás, recuerda la sección "¿Cómo se dice?... ¿Cómo se escribe?", que, en este medio, por algunos años, mensualmente apareció como parte de la columna "Letras desde Colima"- por volver a tratar el tema del lenguaje; créame que lo hago porque cada vez me preocupa más el futuro tan endeble de nuestro idioma. Ayer, en la noche, justo a las siete y ocho minutos, prendí la radio; a los pocos segundos, escuché que la locutora dijo “trasvestis”, en lugar de "travestis", pero, eso sí, en breve mencionó “twitter”, en perfecto inglés; no, no me fue indiferente, ni intenté relajarme; realmente me molesté.
"Trasvesti" no existe; lo correcto es "travesti" o "travestí", que, según el "Diccionario de la Real Academia Española", es la “persona que, por inclinación natural o como parte de un espectáculo, se viste con ropas del sexo contrario”. En la Wikipedia aparece que el travestismo o transvestismo “puede implicar un deseo transexual del individuo que desea que se le reconozca como una persona del género opuesto en la que su identidad de género es discordante a su género biológico. El travestismo puede presentarse en personas de diferentes orientaciones sexuales y por diversos motivos como la infiltración, las representaciones dramáticas, el entretenimiento, el transformismo, la adaptación social y como fetichismo (...) La principal diferencia entre el transvestismo y la transexualidad es que en el primero, la discordancia existe entre el género y los roles sociales asignados a cada género (...), mientras que en la transexualidad, existe una discordancia entre la identidad de género propia y el género biológico”.
Al hablar, cierto, por las prisas, porque nuestra mente no siempre está del todo concentrada, o por cualquier otra razón, se nos disculpan -gracias a Dios- ciertos errores, pero si, en este caso de la radio -que, se supone, la locutora tenía el material (que alguien preparó) a la mano, para así poder leer las noticias-, dicen "trasvestis", ¿qué podemos esperar de lo que escuchamos en el mercado, en la tienda, en casa de los vecinos? Hoy, pareciera que la gente se interesara más en estudiar una lengua extranjera, antes de detenerse a reflexionar sobre la propia, sobre la importancia de tener siempre un diccionario a la mano, procurando ahondar cada día en la riqueza del español, al mismo tiempo que, al aprender, alimentamos nuestro vocabulario, nuestra cultura.
En cuanto a la escritura -que también se supone que al llevar, al papel o a la pantalla, lo que tenemos en mente, contamos con tiempo para releer, al menos rápidamente, lo que plasmamos, procurando detectar y corregir las posibles fallas-, los errores abundan. Para adentrarnos en este tema, y detallar muchos de los problemas gramaticales, me permito recomendar ampliamente el libro "El estilo del periodista", de Álex Grijelmo, el mismo autor de "Defensa apasionada del idioma español", y "El genio del idioma", igualmente dignos de tenerlos en nuestra biblioteca.
Para Miguel León-Portilla, “cada lengua es un tesoro”. Pasa el tiempo, mi pregunta no cambia, pero sí el tono -cada vez más alarmante- con el que la pronuncio: mañana, ¿qué clase de español hablaremos, escribiremos y leeremos? Pensando en las palabras de León-Portilla: ¿nos resignaremos –colaborando con nuestra apatía- a seguir perdiendo nuestro tesoro, o trabajaremos –empezando ahora, que aún estamos a tiempo- por conservarlo?
Aprovecho la oportunidad para quedar a sus órdenes para corregir todo tipo de texto (cartas, tesis, trabajos literarios) en español, y para impartir el curso "¿Cómo escribir correctamente?", en el que, entre otros puntos, atenderemos detalles como, por ejemplo, la apropiada grafía de “súper”, cuando nos referimos a los establecimientos comerciales llamados supermercados, o a “Dicho de la gasolina: De octanaje superior al considerado normal”; y de “superinteresante” (y no “súper interesante”, con acento en súper, y separado en dos palabras), al afirmar que algo es de gran interés. El fin de este taller es que juntos pulamos nuestras habilidades lingüísticas. Para mayor información, no dude en escribir a la dirección electrónica que aparece en este espacio.

*Texto escrito y publicado en mayo de 2012.

http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:189494/_Travesti-o-trasvesti__

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domingo, 14 de mayo de 2017

"Los hijos infinitos", poema de Andrés Eloy Blanco:

Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que empuja la institutriz inglesa
y al niño gringo que carga la criolla
y al niño blanco que carga la negra
y al niño indio que carga la india
y al niño negro que carga la tierra.


Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños
que la calle se llena
y la plaza y el puente
y el mercado y la iglesia
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche lo atropella
y cuando se asoma al balcón
y cuando se arrima a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o es el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ay es suyo o si la sangre es nuestra.

Cuando se tiene un hijo, es nuestro el niño
que acompaña a la ciega
y las Meninas y la misma enana
y el Príncipe de Francia y su Princesa
y el que tiene San Antonio en los brazos
y el que tiene la Coromoto en las piernas.
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.
Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro
y el corazón afuera.

Y cuando se tienen dos hijos
se tienen todos los hijos de la tierra,
los millones de hijos con que las tierras lloran,
con que las madres ríen, con que los mundos sueñan,
los que Paul Fort quería con las manos unidas
para que el mundo fuera la canción de una rueda,
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere con Dios adentro y las tripas afuera,
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,
porque basta para que salga toda la luz de un niño
una rendija china o una mirada japonesa.

Cuando se tienen dos hijos
se tiene todo el miedo del planeta,
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar las velas
y ensangrentar las pelotas de goma
y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda.

Cuando se tienen dos hijos
se tiene la alegría y el ay del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y toda la esperanza,
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar del universo
o el modo de alumbrar de las estrellas.

***

Feliz Día de la Madre.

 





Doce de mayo

Caminar en La Asunción
detiene mis pasos,
me sienta en el banco,
me acerca un café marrón claro,
me lleva a sonreírle al gato en el árbol,
me dibuja en la rama tu corazón que extraño,
regresa mi andar que hoy también canta
que de verdad he amado.


viernes, 12 de mayo de 2017

Tengamos siempre un cuaderno de notas

“La belleza del paisaje está en su amargura”. Al leer la novela El Museo de la Inocencia, de Orhan Pamuk, mi emoción fue tanta (hasta las lágrimas, lo confieso, soy muy romántica) que, al ver Estambul. Ciudad y recuerdos, su autobiografía, en la pasada Feria Internacional del Libro del Caribe, no pude no llevármela a casa. Esta obra inicia con esta cita de Ahmet Rasim, “uno de los más grandes escritores de Estambul”, cita por la que supe que yo no iba a soltar sus páginas que me han hecho encariñarme muchísimo con el niño, joven y adulto Orhan.
 Justo hoy leí el capítulo quince, dedicado a Ahmet Rasim, del que se me hace imposible no transcribir gran parte en este espacio, debido a la gran sensibilidad que hay en él y, sobre todo, a que alienta, a quienes nos gusta escribir, a seguir haciéndolo, ya que siempre, siempre habrá algo que ver que desearemos plasmar, y que alguien querrá leer:
 “…lo que de verdad determinó la voz y el estilo de Ahmet Rasim fue el que se tratara de un periodista que se ganaba la vida con sus escritos, un columnista (…) Como la política, que tampoco le emocionaba demasiado (…), era un tema peligroso e imposible a causa de la presión y la censura estatales (…), dedicó todas sus fuerzas a observar con placer y avidez la ciudad en que vivía. (‘Si no encuentras tema a causa de las prohibiciones y la estrechez de la política, trata los problemas municipales y la vida de la ciudad porque eso siempre se lee’. Es el consejo que escribió hace ciento treinta años un columnista estambulí).
 Así pues, Ahmet Rasim, a lo largo de medio siglo, escribió sin parar sobre todo lo que se refiriera a Estambul: de los diversos tipos de borrachos a los vendedores ambulantes de los suburbios; de los dueños de los colmados a los malabaristas callejeros; de los músicos a los pordioseros; de la belleza de los barrios del Bósforo a las tabernas; de las noticias cotidianas a las de la Bolsa; de los parques, plazas y lugares de diversión a los mercados semanales; de las bellezas individuales de cada estación del año a las muchedumbres; de los juegos con bolas de nieve y trineos a la historia de la prensa; de los cotilleos a los menús de los restaurantes. Le encantaban las listas y las clasificaciones y tenía una mente inclinada a buscar diferencias de talantes, personalidades e idiosincrasias. La misma emoción que un botánico puede sentir ante la diversidad y la riqueza de las plantas en un bosque, la sentía él por la occidentalización, por las emigraciones, por los caprichos de la Historia y por la diversidad de la ciudad, capaz de crear cada día una novedad, una rareza, un hundimiento o una estupidez. Su consejo habitual a los jóvenes escritores era que cuando paseasen por la ciudad llevaran consigo ‘siempre un cuaderno de notas’.
 Las mejores de aquellas notas de prensa escritas a toda velocidad entre 1895 y 1903 fueron reunidas por Ahmet Rasim en un volumen titulado Cartas de la ciudad (…)
 Estos artículos dirigidos a la ciudad y a sus habitantes, que desde Ahmet Rasim a Burhan Felek han practicado tantos columnistas a lo largo de todo el siglo XX (…) han tenido una segunda utilidad aparte de la de reflejar los colores, los olores y los sonidos de Estambul y el humor y el temperamento de sus autores (…) Como era peliagudo criticar al sultán, al Estado, al gobierno, a la policía, al ejército, a los líderes religiosos y a veces incluso a los ayuntamientos, solo había un objeto en el que la elite ilustrada pudiera verter el fuego de furia y crítica que les consumía por dentro y lo encontraron en la gente indefensa y anónima, en los estambulíes que deambulaban por las calles de la ciudad cada cual dedicado a lo suyo. Que hoy podamos saber lo que hacían en las calles, lo que comían, de qué hablaban o qué ruidos producían en los últimos ciento treinta años los ciudadanos que no tenían tanta educación como los lectores de periódicos y los columnistas, se lo debemos a las obsesiones de los corresponsales de la ciudad…”.

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sábado, 6 de mayo de 2017

Letanía

Hay días en que todo duele: inhalar, la mirada amorosa que no llega, la vacuidad del mundo, tu vacuidad tantas veces vuelta sonrisa, las manos nerviosas de la niña que aún no vende los trapos, el silencio entre canción y canción de tu disco querido, el perro a punto de ser atropellado por un conductor pendiente de su celular, tu viejo álbum, esa melodía, el alimento en tu boca, la foto del toro y la del mono y la del tigre humillado, las lágrimas impresas en los diarios, la lluvia que devora hogares, el párrafo leído en la novela, la sed y el hambre y el monólogo interminable del indigente en medio de la avenida, el abrazo amoroso que tampoco llega, los gatos sobre la basura acumulada en el terreno abandonado, exhalar, el sonido de tu risa -con nada más que tu risa- que ya dudas recordar.

***

Latidos
Aliento a tamarindo y chile. Humedad: frente, cuello, espalda. Con qué fuerza sacudiré las pestañas, enderezaré cada hueso. Dónde venderán las ganas de sonreír y partir.

***

Propuesta
Me sofoca el odioso arete enredado en mis chinos, el sudor entre botón y botón sobre mi seno, el pantalón que aprieta mi vientre, el silencioso ardor de mis piernas asfixiándose, el sonido de la tela áspera del cojín bajo mi nuca:
Propongo despojarme de todo. Propongo “liberar la libertad” (lo entrecomillo porque creo que lo leí).

***

Letanía

Canta lo que vive en mi pecho y no me sale. Cántalo por mí. Que no te importe lo que grite el mundo, que no te importe, que no te importe. Hazlo. Hazlo por esta lágrima que no sale, que no sale, que no sale. Hazlo por los que exigen que no me angustie porque la vida es bella y hay que sonreír. Hazlo por esta lágrima que sigue sin salir. Que sepan que no lo creo, que no lo creo, que no lo creo.

***

En el jardín, a la sombra de la parota

Ve, busca, reencuentra cada nota. Vendrá la angustia resumida en el intermitente “quién sabe”. Pensaré lo que sólo tú sabes que pienso. ¡Pero regresa y rózame con tu letra! No te mueras sin permitirme escuchar lo que sólo tú sabes decir. No te mueras sin permitirme escuchar el coro; lo necesito antes de retomar el infierno.

*Estos textos aparecen en el libro “Fui agua”, de Dalal El Laden.

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