lunes, 27 de abril de 2015

¿Y tu alma?

Que me sienta feliz no quiere decir que no me sienta triste: así funciona mi alma.
Cuando se me acaban las palabras, leo y, así, sin siquiera intentar buscarlas, ellas mismas me encuentran.

Cuando escribo

http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:149253

http://elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/9577-vereda-anonima
Mi corazón es sensible, pero late siempre con la misma intensidad, llevándome a buscar -hasta encontrar- esos sabores que, al revivirlos, aceleran aún más mi latir.

En todo caso

Atrevámonos a reconocer que realmente estamos cerca
cuando la distancia nos condena.

domingo, 19 de abril de 2015

Hasta donde me permita la vida

No es “Me he dado cuenta QUE todo es muy simple”. Lo correcto es “Me he dado cuenta DE QUE todo es muy simple”. Cada vez que leo un libro, la impotencia y, sobre todo, la tristeza me invaden al ver la cantidad de horrores impresos en él. He llegado al punto –quizás para desahogarme- de transcribir las faltas en mi libreta. He llegado a contarlas y, lamentablemente, tanto mi impotencia y mi tristeza como mi coraje crecen sin parar. Siempre, siempre, al detectarlas, detengo mi lectura para preguntarme: “¿Cómo pueden imprimir un libro así?”. “¿Qué más le espera a nuestro lenguaje?”. “¿Dónde están los editores?”. “¿Por qué tanta indiferencia?”. “¿Cuesta mucho respetar el idioma?”.
Estoy leyendo “Un paseo por la sombra” (1997), el segundo volumen de la autobiografía de Doris Lessing, y, la verdad, de alguna manera me he sentido aliviada al llegar a su reflexión en cuanto a la dolorosa realidad del mundo de los libros. Esta obra fue traducida al español por María Faidella, y quien haya sido el corrector, en general, de lo que llevo leído, hizo un buen trabajo.
Me permitiré transcribir algunas palabras de Lessing, tomándolas de distintas páginas, sin un orden específico, uniendo una y otra reflexión, con el fin de que juntos (editores y no editores, ya que a todos debe importarnos nuestro idioma), precisamente, reflexionemos y, a la vez, seamos cada vez más los que -no solo nos preocupemos- nos ocupemos en poner nuestro “grano de arena” para intentar salvar nuestra lengua, en este caso, española, que tanto necesita nuestro inmediato auxilio:
“Quién sabe si volveremos a una situación en que los editores pongan interés en que los libros estén bien editados y cuidadosamente revisados. Los lectores se habrán dado cuenta de que los libros no son como antes: están llenos de faltas. Ello se debe a que ahora, con los recortes de gastos ordenados por el departamento comercial, muchas editoriales prescinden del revisor, excepto cuando un escritor se pone firme e insiste”.
“Creo que la auténtica vida del escritor sólo puede entenderla otro escritor… y pocas personas más. Antes eran los editores. El mundo editorial ha cambiado tanto que resulta difícil creer que girase en torno a la relación entre el editor y el escritor. En los años cincuenta, cada editorial la había fundado un solo hombre –entonces eran hombres- enamorado de la literatura; solían arriesgar todo lo que tenían, normalmente contaban con escaso capital y, sí, a veces eran pésimos hombres de negocios. Iban a la caza de nuevos escritores, les apreciaban, publicaban libros de los que tal vez solo vendían unos centenares de ejemplares”.
“El apasionado amor que el editor siente por la literatura influye en la obra del escritor, y la capacidad de discernimiento que resulta de tantas lecturas permite una mejor crítica del libro y una presión sobre el autor para que lo mejore (…). Ahora los editores así ya no abundan”.
“Se publican buenos libros, los buenos escritores sobreviven, pero se ejerce toda clase de presiones contra los libros pequeños, raros o especiales. Todos los que nos interesamos vivamente por la literatura tenemos una lista de libros que consideramos entrañables, pero que ya no están a la venta, que ni siquiera se han publicado o que se han publicado pero los editores no se han tomado la molestia de vender. A la larga, la negligencia para con estos libros de difícil publicación afectará negativamente al mundo editorial en general. Hubo una vez en que los editores conocían perfectamente la importancia de esos libros difíciles, pequeño manantial de burbujeante vitalidad. Algunos de nosotros recordamos con añoranza aquellos días en que algunos editores decían: `Ni usted ni yo ganaremos con este libro, pero hay que publicarlo´”.
Releo y releo esta última frase, y la impotencia y el coraje se esfuman de mi ser. Releo y releo esta última frase, y solamente siento que me ahoga la tristeza. Deseo con toda mi alma que la tristeza no termine ahogándome, para que, hasta donde me permita la vida, pueda seguir luchando por nuestro idioma español, por respeto a él, por respeto a mí misma, porque es parte de usted, de mí, de nosotros, de nuestra cultura, de nuestra esencia, de lo que somos.

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sábado, 18 de abril de 2015

El idioma español: en peligro de extinción

Al salir a la calle, mi asombro aumenta cada día más al ver un sinnúmero de anuncios publicitarios en los que pareciera que sus creadores se preocuparan más por sus colores, que por su calidad ortográfica.

Mi vista no deja de detenerse ante carteles con preguntas a medias, es decir, sin su respectivo signo de interrogación al comenzar las mismas. Esta situación también se presenta con los signos de exclamación. Y ni qué decir del inadecuado uso de las tildes en los acentos.

Para que mi angustia ante estos hechos cobre aún mayor fuerza, basta con que yo "converse" por Internet. Un caso muy similar –o igual– sucede con los mensajes que se envían desde un celular a otro. Para muchas personas –específicamente los jóvenes–, escribir bien significa algo anticuado y, para poder estar a la moda, se sienten bien al preguntar: “Kuando viens?”, en lugar del correcto “¿Cuándo vienes?”, o un “Dnd ests?”, en vez de “¿Dónde estás?”. Esto es solamente para mencionar algunos ejemplos de esta –y créanme que, aunque me esfuerzo, no encuentro una palabra mejor– barbaridad.

Me ha tocado escuchar a jóvenes que, para defenderse ante esta crasa falta de conciencia a la hora de escribir, se excusan diciendo que usan este nuevo modo de escritura porque sienten que así ahorran más tiempo al redactar un mensaje. Pensando fríamente las cosas, ¿cuánto tiempo puede quitarnos escribir bien?, ¿cuánto nos puede costar incluir un signo, un acento, una palabra completa?

Todo esto nos dice mucho del nivel de lectura de la gente. Al leer las estadísticas, nos asustamos ante los resultados, aunque hay que reconocer que es una realidad. Es muy triste, pero, en nuestro país, el hábito de lectura va en descenso. No se puede escribir bien si no se lee habitualmente. ¿Cuántos profesionistas conocemos que no tienen la capacidad de redactar una simple carta?

Álex Grijelmo, autor del libro Defensa apasionada del idioma español, en su primer capítulo, titulado "Una lengua en deterioro", señala:

“El letrero colocado en el portal de mi casa decía textualmente:

‘El servicio de T.V. vía satélite, estará suspendido, alrededor de cuatro días, plazo estimado para la impermeabilización de la zona donde están ancladas las mismas. La comunidad de propietarios’.

Así que al repasar esas frases me he preguntado por fin si alguna vez podré leer un cartel, rótulo, aviso, indicador, comunicado, sentencia, carta, folleto, mensaje, catálogo, acta, tríptico, manual de instrucciones o aviso en general que aparezca redactado no ya con originalidad o talento sino con la más sencilla corrección ortográfica”.

Resulta lamentable reconocerlo, pero el Español está en peligro de extinción. Para muchos, esta afirmación puede sonar exagerada o hasta ridícula, sin embargo, si esto continúa, dudo que, con el paso de los años, nuestro idioma pueda tener un mejor destino. Sí, es probable que siga siendo una lengua, mas, ¿qué clase de Español sería? ¿Por qué, en lugar de conformarnos, no mejor nos preocupamos por escribir bien? Ya basta de tanta inconsciencia. Urge valorar nuestra lengua, lo que somos, que atendamos este problema desde hoy mismo, ya que, como dice el proverbio, mañana puede ser demasiado tarde.

Cuando ella canta,
aun sin yo entender lo que dice,
lloro;
entiendo quién soy.

No quiero discursos,
no quiero razonamientos,
no quiero lógicas.
Sólo mírame,
tócame
y cántame.

viernes, 17 de abril de 2015

Me gusta la piel morena

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miércoles, 15 de abril de 2015

El cumpleañero

Fue en una playa del Caribe donde viví una de las experiencias más emocionantes de todos mis años. Estaba de luna de miel. Recién casada, un poco temerosa por el hecho de desconocer la respuesta, me preguntaba cómo iba a ser mi vida si llegaba a convertirme en mamá; trataba de imaginármelo, pero mi juventud y mi deseo de vivir me hicieron dejar de lado -al menos en los días que duró el viaje- mis inquietudes por el futuro que me esperaba.
Mi esposo y yo habíamos terminado de almorzar unos suculentos mejillones y una concha de mariscos cubierta de queso gratinado. Mientras tomábamos un afrutado vino blanco, íbamos recordando el año en que nos conocimos, el día en que nos hicimos novios y, por más enamorados que estábamos, seguíamos sin entender cómo es que habíamos terminado casados, siendo, como siempre fuimos, tan apáticos con eso del matrimonio y la familia.
Mientras conversábamos, reíamos y sentíamos nostalgia al recordar el ayer que nunca iba a regresar, mi mirada se trasladó a la cocina, en la que se hallaba la mesera que nos estaba atendiendo, con un hombre –que supuse que era su marido- y sus dos hijos. Por lo que pude entender, ya que hablaban entre alemán –debido a su nacionalidad- y español, al mayor le estaban festejando su mayoría de edad. Todos eran empleados del hotel, donde, a la vez, vivían. Por un momento, no escuché a mi esposo. De pronto me vi obsesionada con el cumpleañero. Pese a su juventud, tenía un cuerpo bastante desarrollado, que bien podía permitirle pasar por un chico de veintitantos años, de mi edad. Su piel era blanca como la misma crema con la que aderazamos los mejillones, pero de pronto tomaba un tono rojo o tal vez rosado como el daiquirí de fresa que yo había saboreado antes de la comida.
Mi esposo me hablaba, pero seguía sin prestarle demasiada atención. El cumpleañero dejó la mesa para meterse al mar con su hermano. Antes de hacerlo, se despojó de su franela, por lo que pude notar sus brazos fornidos. Sin comprenderlo, mi corazón se aceleró. Sentí un temblor dentro de mí que llegó a mis labios. No podía asegurarme si ese efecto me lo estaba causando el cumpleañero o el vino, del que ya me había tomado varias copas.
A la mañana siguiente, dejé a mi esposo dormido y me fui al mar. Ahí estaba él. Nuestras miradas se cruzaron. Una ola le sorprendió mientras se limitaba a detallar mi cuerpo.
Terminamos en un baño con olor a cocina y tubería, abrazados, viéndonos fijamente, deseando –sabiendo que eso jamás iba a suceder- en silencio que ese momento no tuviera fin. A pesar de que han pasado casi cuarenta años de aquel encuentro con el cumpleañero, de que mi matrimonio ha sido hermoso y tuve tres hijos ejemplares, aún enloquezco al recordar su mirada y al revivir su tacto sobre todo mi cuerpo.

martes, 14 de abril de 2015

Ayer, sin haber buscado la traducción de esta canción, ya sentía su nostalgia. Hoy, que sé lo que dice, ya me pregunto quién habrá sido su autor, quien leyó mi alma.
Dirán que tu voz y mi voz no se parecen. Tu voz aún puede gritar. Mi voz ya ni puede llorar. Mas nuestro canto sin voz es el mismo: Libertad.
¿Quién más que esta noche podrá comprender la tristeza que, de tan triste, ya ni alcanza a salir de mis ojos?

lunes, 13 de abril de 2015

Cuando escribo

Saber que me lees me lleva a
imaginarte susurrándome bonito:
tranquilizas mi pulso.

Saber que me lees me lleva a
imaginarte mirándome bonito:
embelleces mi letra.

Saber que me lees me lleva a
imaginarte queriéndome bonito:
acrecientas mi amor.
Parece que observo desde esta montaña, pero no.
Parece que me cubro con este suéter, pero no.
Parece que descanso en esta cama, pero no.
Parece que me muevo con esta canción, pero no.
Parece que sonrío en esta foto, pero no.

Nadie nos conoce.

domingo, 12 de abril de 2015

Necesitamos:
-Vacunas para gatos.
-Floxil.
-Ivoral.
-Metadol.
-Vetalog.

-Matagusanos.
¿Por qué tengo años sin recorrer la isla donde nací y vivo? ¿Por qué no recuerdo muchísimas de sus calles? ¿Por qué cada vez veo más lejano el día que desearé llegar a Punta Arenas? ¿Por qué solamente en casa me siento totalmente en paz?

En esta Isla de Margarita, salir de casa significa ver, como mínimo (cuánto me gustaría estar exagerando), cinco perritos en mal estado. Tener que dejarlos donde están es algo que no puedo describir. Que los amantes de esta "bella" vida no me vengan a decir que son más los que se preocupan y hacen algo por los animales, ya que cada día soy testigo de la insoportable indiferencia que nos rodea: "gente" que hasta se ríe ante un animal herido; "gente" que ve con asco a quien, para ayudarle, se acerca a uno de estos seres vivos; vecinos que ven con cara de fuchi a perros rescatados y hasta se sienten de una clase distinguida de "humanos" cuando sus labios pronuncian "son perros de la calle". 

Y, por si esto fuera poco, ahora no tenemos medicamentos de uso veterinario... ¿Cómo, a ver, cómo podemos quedarnos tranquilos, queridos "líderes" (quienes obviamente no saben lo que significa la escasez que nosotros, los de acá, vivimos), sabiendo que las personas y los animales se estén muriendo por no tener medicinas?


¡Con ganas de irme, con mis animalitos, a un pueblo alemán y olvidarme de todo!

sábado, 11 de abril de 2015

No sólo en la palabra. Hay algo en la letra, en la raya, en el blanco, en la tinta que también dice. Por esto sólo pido que mis cuadernos acompañen mi tumba.

El aroma de este café árabe

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http://www.elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/9363-vereda-anonima
¿Cuánto falta para que a la lágrima le expropien el llorar?
Léeme y sabrás lo que no escribo.
Hay palabras que no se pronuncian porque solo pertenecen a estos -nuestros- labios. Hay palabras que no se escriben porque solo pertenecen a estas -nuestras- manos. Así son estas palabras a las que, sin reclamos, aceptamos porque son palabras que han nacido para ser testigos de estas -nuestras- lágrimas que, como no han podido pertenecer solo a estos -nuestros- ojos, bajan justo a estos -nuestros- labios, pero bajan muy tranquilas porque saben que justo estas -nuestras- manos son las que las secarán.
No sé, pero creo que el "sé" siempre es un "no sé".

¿Cómo escribir correctamente?

¡Buen día! Están abiertas las inscripciones para el curso "¿Cómo escribir correctamente?", impartido por su servidora. Para mayor información, no dude en contactarme por mensaje privado. Quedo a sus órdenes. ¡Muchas gracias!

lunes, 6 de abril de 2015

Si yo fuera pintora,
pintaría pensamientos,
pero para pintar pensamientos,
pintaría olas,
porque nuestros pensamientos son eso,
olas
que a veces nos relajan
y,
otras,
nos divierten hasta asustarnos.
Gracias a estas olas nos sabemos vivos.
Véndeme una mirada,
para escuchar lo que callan tus palabras.

Hipótesis

"La vida sobrevive gracias a la Música":

1. Antes de la palabra, ya existía la poesía en la ola que, triste, saluda a la costa y, despidiéndose de ella, sonríe a la esperanza.

2. Llegó la palabra y, a esto de "la poesía en la ola...", lo llamó Música.


Fin.
El día que yo logre escribir lo que me hace sentir la melodía amada, ese día, sólo ese día habré escrito algo.

jueves, 2 de abril de 2015

Todos por nuestro idioma español


Con el corazón en la mano, gracias, muchas gracias por sus mensajes que alientan a seguir trabajando en salvar nuestro idioma español.

            Gracias, Marta Pérez, por compartirnos su valiosa observación:
           “`Por favor, no arrogen basura desde sus departamentos. Seamos buenos vecinos.’. En mi condominio acaban de colocar este aviso. Al leerlo, me quedé pensando en la forma correcta de conjugar el verbo ‘arrojar’. Ya consulté el diccionario y creo que no se me volverá a olvidar que, si el verbo se escribe con ‘j’, al conjugarlo también se tiene que usar esta letra. Ahora sólo espero que mis vecinos, al ver la ‘j’ sobre la ‘g’, reflexionen un poquito sobre el antes y el después. ¡Saludos!”.

            Diana Otman, gracias por esta interesante pregunta:
            “¿Cómo se dice: concienciar o concientizar?”.
            Tanto "concienciar" como "concientizar" son voces aceptadas por la Academia, para referirnos a:
1.      Hacer que alguien sea consciente de algo.
2.      Adquirir conciencia de algo.
          Aprovechamos la oportunidad para recordar que tanto "conciencia" como "consciencia" están escritas correctamente, aunque se prefiere el uso de "conciencia", así sin "s" después de la primera "n".
           También vale la pena señalar que "consciente" e "inconsciente" siempre deberán escribirse así, con "s" después de "con". Las formas "conciente" e "inconciente" son incorrectas.

            Miguel Hernández también lo dudó; gracias por no callar:
          “Todos dicen ‘el internet' y por todos lados lo veo escrito así, pero siempre he usado la forma ‘la internet’, ¿estoy mal?”.
            Es muy, muy común que se escriba o se diga "el internet", sin embargo, lo correcto es "la Internet". "La" porque nos referimos a la "red informática mundial, descentralizada, formada por la conexión directa entre computadoras mediante un protocolo especial de comunicación". E "Internet" debe plasmarse con "i" mayúscula, ya que la Academia así lo establece.

            Gracias por tanto ánimo, Gabriela Martínez:
            “¡Pregunta! ¡Pregunta!: ¿Enseguida o en seguida? ¡Saludos!”.
           Tanto "enseguida" como "en seguida" son formas correctas, y este es el significado que, sobre este adverbio, nos da el diccionario: "Inmediatamente después en el tiempo o en el espacio".
            Ejemplos:
            -Enseguida estoy con ustedes.
            -En seguida tomaré la sopa.

            *ladendalal@hotmail.com / Facebook: Correctora de estilo Isla de Margarita.

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miércoles, 1 de abril de 2015

El aroma de este café árabe,
despierta hasta mis manos.
El aroma de este café árabe,
despierta hasta mis besos.
Por esto,
cuando estoy, voy, escucho y vuelvo,
siempre pido este café árabe,
para recordar que aún escribo;
que aún deseo;
que aún no he muerto.