sábado, 17 de junio de 2017

Me llamo José*

Me llamó José, pero todos me dicen Pepe. Tengo treinta y ocho años. Estoy aquí porque no tengo a nadie con quien hablar. Sucede que creo que estoy enloqueciendo. Hoy, a la misma panadería, volvió el mismo hombre. Como cada mañana, él entró sonriente y dio un paso a su derecha para saludar a la cajera. De inmediato dio dos pasos hacia delante y se detuvo a conversar con la encargada, mientras le pedía al cafetero un marrón claro grande. Al dirigirse a su asiento con su bebida, apenas sentándose, empezó a rascarse el brazo izquierdo, luego la pierna izquierda, luego la pierna derecha, luego el brazo derecho. Tomó un poco de su café, hizo el mismo gesto que cada mañana hace en su boca, como diciéndose que el café estaba frío y lamentándose porque sabía que no iba a pedirle al joven que se lo cambiara.
      Volvió a tomar y repitió el mismo gesto y, sin cambiar su semblante, se llevó la mano derecha a su corto aunque abundante pelo gris, se rascó con mucha fuerza su cuero cabelludo, para volver a rascarse los brazos y las piernas con el mismo orden que les conté. Tomó un poco más de café y se llevó una servilleta a la boca, para escupirlo en ésta, como cada mañana. Se rascó la mano izquierda, luego la derecha. Levantó la taza, pero se dio cuenta de que ya estaba vacía. Y volvió a rascarse las piernas y los brazos con el mismo orden que les conté. Dejó la servilleta sobre la mesa y se llevó a la nariz el dedo índice de su mano derecha, al mismo tiempo que con su mano izquierda se rascaba la pierna derecha y el brazo derecho. Y antes de irse, como cada mañana, se paró, le quitó la tapa a la papelera que está al lado de la caja, y todo ese olor llegó a sus axilas, a las mías, a las de todos. Con la tapa de la papelera en la mano, escupió sobre la basura lo que le faltaba escupir.
      Estoy aquí porque no tengo a nadie con quien hablar. Sucede que creo que estoy enloqueciendo. Ese hombre todos los días hace lo mismo, y yo, mientras preparo los batidos, no puedo dejar de observarlo, por esto en lugar de hacer un batido de piña, preparo uno de mango, o en lugar de uno de mango, preparo uno de piña, mientras lo veo y también me rasco los brazos y las piernas con el mismo orden que les conté, y también me rasco, con mucha fuerza, el cuero cabelludo escondido debajo de la gorra de trabajo. Cuando cada mañana él destapa la papelera para terminar de escupir, a los batidos de mango que tienen que ser de piña, o a los de piña que tienen que ser de mango, también les llega el olor, lo que se confirma en el sabor. Lo peor del caso es que la encargada ya me ha visto y ya le fue con el chisme al dueño. Creo que podrían disculparme todo menos el haberme visto ella hoy con el índice de la mano derecha metido en mi nariz. Seguro mañana me despiden y no sé qué será de mí sin trabajo y loco. Estoy aquí porque no tengo a nadie con quien hablar...

*"Me llamo José” aparece en el libro De aquí y de allá (de ensayos y relatos), de Dalal El Laden.

http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:191065

http://elmundodesdecolima.mx





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