ía vivir siglos vistiendo y comiendo
todos los días lo mismo sin aburrirse mientras pudiera forjarme fantasías
salvajes.
Las
cuestiones básicas, como las de qué sería en el futuro, cuál era el sentido de
la vida y cuál debía ser, las hablaba con mi padre durante los paseos en coche
que por aquella época dábamos juntos los domingos por la mañana. Todos los
domingos mi padre me subía al coche (un Ford Taunus modelo de 1966), encendía
la radio y pisaba el acelerador con cualquier excusa, visitar las obras de
algún depósito o una estación que la compañía Aygaz, de la que era director,
estuviera construyendo cerca de Büyükçekmece, en Ambarh, dar un paseo por el
Bósforo, salir a comprar cualquier cosa o pasar por casa de la abuela.
Mientras
avanzábamos por las calles y avenidas, desiertas los domingos por la mañana,
del Estambul de finales de los sesenta y principios de los setenta, por barrios
a los que nunca habíamos ido antes, escuchando las canciones de 'música ligera
occidental' que sonaban en la radio (los Beatles, Sylvie Vartan, Tom Jones y
demás), mi padre me contaba alegre que lo más importante en la vida era que nero le
robó la maleta llena de poemas y traducciones durante un viaje a América que
hizo años después. Sabía que nunca olvidaría nada de lo que me contaba saltando
de tema en tema adaptándose a las subidas y bajadas de la música, a la continua
sucesión de calles o al propio fluir de las historias: cómo en los cincuenta
veía a menudo a Jean-Paul Sartre por las aceras de París, o cómo se había
construido el edificio Pamuk en Nişantaşi, o el relato de alguna de sus
primeras bancarrotas. Mientras escuchaba aquellas historias y aquellos consejos
sobre la vida que mi padre me soltaba con toda tranquilidad y sin insistir en
exceso señalándome a veces la belleza del paisaje y a veces la de las mujeres
que pasaban por la acera, yo contemplaba las imágenes plomizas de Estambul que
se sucedían a través del parabrisas en aquellas mañanas de invierno. Observaba
los vehículos que pasaban por el puente de r
ejemplo, que uno debe seguir con mucho cuidado sus propios instintos, sus
manías y sus obsesiones, o que la verdad era que la vida pasaba muy deprisa y
era mejor que uno supiera lo que quería hacer, o sus insinuaciones de que en
realidad uno solo puede conseguir una vida de cierta profundidad escribiendo,
dibujando o pintando, y notaba que las imágenes se fundían con sus palabras en
mi mente. Al poco rato todo se unía en mi cabeza, la música que estábamos
escuchando, las imágenes de Estambul que fluían por las ventanillas del coche,
el ambiente de algunos callejones adoquinados y sus aceras, por los que mi
padre se desviaba sonriendo con un '¿Doblamos por aquí?', y me hacía sentir que
nunca encontraremos una respuesta a las preguntas fundamentales que nos hacemos
en la vida, pero que es bueno que nos las preguntemos, que el objetivo de la
vida y la felicidad están en lugares que no percibimos o no queremos percibir,
y que hay otra cosa tan importante como todos esos problemas, y son las
imágenes que vemos por las ventanas del coche, del barco o de nuestra casa
mientras estamos obsesionados con ellos o persiguiendo el placer o la
profundidad en la vida; porque con el tiempo la vida, como la música, la
pintura o las historias, llegará a su fin con todas sus subidas y bajadas, pero
las visiones de la ciudad que pasan ante nuestros ojos permanecerán con
nosotros durante años como recuerdos surgidos de un sueño".
Felicidades
a todos los padres.
http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:191457
http://elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/22229-vereda-anonima
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