jueves, 4 de febrero de 2016

Poesía árabe del período abasida




Cierta gente es como una tumba abierta:
Le das lo que más amas en el mundo
Y a cambio, nada te devuelven.
Un hombre duro considerado generoso
Es una roca dura en la que cae la luz de la lluvia;
Crece el musgo, pero flores no se abren.
De toda morada sobre la tierra ruedan lágrimas
Cada criatura alberga a quien destruirá
El alma indomada de un hombre bueno.
Fortalece tus piernas para lo mejor de ti mismo
No lo derroches, no dejes que tu vida
Sea gobernada por aquello que te perturba.
Te han dado el fruto de una palmera
Mantenlo en una jofaina de agua clara.
No lo enturbies con las promesas de otras palmas.
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Señor, ¿cuándo partiré de este mundo?
He vivido demasiado. No conozco mi estrella,
Pero desde que está determinada, ningún amigo
Espera mi ayuda, ningún enemigo mi rabia.
La vida es la queja de la juventud; la muerte la cura.
La tierra es mi dormitorio, y el tuyo;
Nadie ha dejado sin embargo su última morada.
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El mundo no es culpable;
Entonces, ¿por qué culpas al mundo?
La culpa podría caer sobre mi cabeza
Y sobre los que son como yo. La copa
Contiene vino; ¿dónde está la culpa:
En el hombre que exprime la uva
O en el que bebe el vino?
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EPITAFIO*
He aquí la falta que debe
Imputársele a mi padre
Y que yo con nadie he cometido.
*Tener en cuenta que el poeta fue dotado por el destino de una clamorosa fealdad (nota del traductor).
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            “Abu al-Ala al-Ma’arri nació en Ma’rrah, al norte de Siria, entre 973-979 y murió en 1058. A los cuatro años, a causa de una viruela, quedó ciego. Esto, sin embargo, no le impidió estudiar, cosa que hizo en Alepo, Trípoli y Antioquía. (Hay que tener en cuenta la prevalencia, en aquella época, de la transmisión oral: el poeta aprendió de memoria poemas extensos y pasajes completos del Corán). De regreso y establecido en su pueblo natal, comenzó rápidamente a hacerse célebre. Inducido por ello decidió probar fortuna en la capital, pero una estancia de un año en Bagdad le hizo pasar por todas las humillaciones con que una sociedad rica y corrupta flagela a la pobreza altanera y consciente de su propio talento y valor. Decepcionado, el poeta vuelve a su provincia donde recibe uno de los golpes más duros de su existencia: la muerte de su madre, a quien idolatraba. A partir de estos dos hechos, al-Ma’rri decide llevar una vida ascética y apartada, desdeñando con dignidad todos los dones de la fortuna. Su fama fue enorme: desde todos los rincones venían a visitarlo en peregrinaje para escuchar sus clases de filosofía, gramática, retórica o estética.
            Su poesía, muchas veces escéptica, adquiere un tono moral que se levanta contra las falsedades y la corrupción, pero su fuerte estriba en haber sondeado el trágico destino humano aplastado por fuerzas ciegas y para el cual, casi, no hay remisión, ya que desdeñaba no sólo la fe musulmana sino toda institución religiosa” (Gabriel Rodríguez, en Tres poetas árabes del período abasida, 2008, El perro y la rana).
            Queridos lectores, hace unos cuatro años, por medio de este libro aquí citado, conocí esta poesía que me ha fascinado; si quisieran compartir, con su servidora, algún material sobre este tema, se los agradeceré de corazón. Gracias por estar. Un abrazo cariñoso.

http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:163403

http://www.elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/14585-vereda-anonima



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