Le das lo que más amas en el mundo
Y a cambio, nada te devuelven.
Un hombre duro considerado generoso
Es una roca dura en la que cae la luz de
la lluvia;
Crece el musgo, pero flores no se abren.
De toda morada sobre la tierra ruedan
lágrimas
Cada criatura alberga a quien destruirá
El alma indomada de un hombre bueno.
Fortalece tus piernas para lo mejor de
ti mismo
No lo derroches, no dejes que tu vida
Sea gobernada por aquello que te
perturba.
Te han dado el fruto de una palmera
Mantenlo en una jofaina de agua clara.
No lo enturbies con las promesas de
otras palmas.
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Señor, ¿cuándo partiré de este mundo?
He vivido demasiado. No conozco mi estrella,
Pero desde que está determinada, ningún
amigo
Espera mi ayuda, ningún enemigo mi
rabia.
La vida es la queja de la juventud; la
muerte la cura.
La tierra es mi dormitorio, y el tuyo;
Nadie ha dejado sin embargo su última
morada.
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El mundo no es culpable;
Entonces, ¿por qué culpas al mundo?
La culpa podría caer sobre mi cabeza
Y sobre los que son como yo. La copa
Contiene vino; ¿dónde está la culpa:
En el hombre que exprime la uva
O en el que bebe el vino?
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EPITAFIO*
He aquí la falta que debe
Imputársele a mi padre
Y que yo con nadie he cometido.
*Tener en cuenta que el poeta fue dotado
por el destino de una clamorosa fealdad (nota del traductor).
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“Abu al-Ala al-Ma’arri nació en
Ma’rrah, al norte de Siria, entre 973-979 y murió en 1058. A los cuatro años, a
causa de una viruela, quedó ciego. Esto, sin embargo, no le impidió estudiar,
cosa que hizo en Alepo, Trípoli y Antioquía. (Hay que tener en cuenta la
prevalencia, en aquella época, de la transmisión oral: el poeta aprendió de
memoria poemas extensos y pasajes completos del Corán). De regreso y establecido en su pueblo natal, comenzó
rápidamente a hacerse célebre. Inducido por ello decidió probar fortuna en la
capital, pero una estancia de un año en Bagdad le hizo pasar por todas las
humillaciones con que una sociedad rica y corrupta flagela a la pobreza
altanera y consciente de su propio talento y valor. Decepcionado, el poeta
vuelve a su provincia donde recibe uno de los golpes más duros de su
existencia: la muerte de su madre, a quien idolatraba. A partir de estos dos
hechos, al-Ma’rri decide llevar una vida ascética y apartada, desdeñando con
dignidad todos los dones de la fortuna. Su fama fue enorme: desde todos los
rincones venían a visitarlo en peregrinaje para escuchar sus clases de
filosofía, gramática, retórica o estética.
Su
poesía, muchas veces escéptica, adquiere un tono moral que se levanta contra
las falsedades y la corrupción, pero su fuerte estriba en haber sondeado el
trágico destino humano aplastado por fuerzas ciegas y para el cual, casi, no
hay remisión, ya que desdeñaba no sólo la fe musulmana sino toda institución
religiosa” (Gabriel Rodríguez, en Tres poetas árabes del período abasida,
2008, El perro y la rana).
Queridos
lectores, hace unos cuatro años, por medio de este libro aquí citado, conocí esta
poesía que me ha fascinado; si quisieran compartir, con su servidora, algún
material sobre este tema, se los agradeceré de corazón. Gracias por estar. Un
abrazo cariñoso.
http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:163403
http://www.elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/14585-vereda-anonima
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