miércoles, 17 de abril de 2019

Fui agua


La batería, el no muy afinado vocalista, todo, todo calló. El río sonaba. Llamé sin voz a mi perro, que terminó apoderándose del espacio; dormimos abrazados. Nos sorprendió una voz, una mirada, un todo inquisidor. Deseé tener ante mí al genio de la lámpara, pedirle que desapareciera el instante, que retrocediera el tiempo, aunque volviera a mis oídos el suplicio de aquella música. Mi anhelado genio se desvaneció; escuché a la realidad y, dejándome envolver de la ilusa sublimidad, le aposté a ese querer creer en lo que quería creer. Le aposté al olvido.
Aterrizó otra voz, un aliento. Se asomaron otros ojos; brillaban. Habló un todo amor; descifraba el silencio, no juzgaba: las cosas tienen el curso que deben tener. Viajé con el canto de la corriente entre las piedras, entre las ramas. Besé a mi perro.
Reencontrándome con el todo inquisidor, volví a escuchar a la realidad; le aposté al pasará. Abrí una llave y recobré fuerza al sentir el agua sobre mi piel, deseando ser ese tibio líquido para enredarme en poros, cabellos. Siendo agua, me reencontré con el todo amor, el arrullo; feliz, di gracias al momento y le aposté al vivir.

*Del libro Fui agua.

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