sábado, 28 de abril de 2018

“El único verde imprescindible es la montaña”

Esta semana leímos “Lo que contó la mujer canalla” (Kalathos Editorial, 2016), maravilloso poemario de Lena Yau. En su epílogo, Giovanna Rivero escribe:
“Leo a Lena Yau (…) porque hay belleza en los relatos de sus poesías, hay belleza en las actas de nacimiento de esas criaturas en constante éxodo (…) Leo a Lena también para aplacar la angustia de la extranjería, ese mal natural que todo inmigrante comienza a aceptar apenas comprende que nunca más volverá a casa íntegro, impune, idéntico. Cuando leo a Lena mi corazón respira (…) ¿Pero quién es esta mujer que navega, que enloquece un poco para lanzarnos al pecho un poema cruel y deslumbrante en su ternura? Es una mujer ‘canalla’ (…) Es ‘canalla’ porque, como lo indica con gesto oficial el diccionario de nuestra inquietante lengua, hay un significado en desuso cuya connotación recupera la pasión de la colectividad, el desamparo y la amenaza: ‘muchedumbre de perros’. Es así, Lena Yau recoge del desuso, donde la memoria se tiende trampas a sí misma, todo lo que echamos por la borda cuando estamos distraídos. Lena y esa muchedumbre de olas mordiendo la bahía de la lógica les advierten a todos los que abanderan el prefijo ‘ex’: expatriado, exnovio, exiliado, exterminio, extraño, que nada se pierde, que todo se lleva en el alma en su perfecta presencia, y fluye y reclama lo suyo y golpea como un mar a veces embravecido”.
Aquí tenemos un poco de lo que contó la mujer canalla:
LA POSIBILIDAD DE MIL Y TANTAS NOCHES
Él me devuelve la ciudad.
Yo a cambio le cuento.
Quiere escuchar historias de una mujer canalla.
Saber de bibliotecas perdidas en el mar.
Entender cómo se siente no venir de sitio alguno.

ÁRBOL PAPEL NIDO
A veces lees un poeta
y nace un pájaro en tu boca.
Te gustaría contar
-detallar-
las cosquillas que sientes
cuando rozas sus plumas
contra el paladar.
Pero no puedes.
El aleteo suspendido
-la caricia que gravita-
podría escapar si hablas.
Te piensas un poco
árbol papel nido ojos lápiz
te concentras en tu lengua
y cierras los ojos:
hoy no necesitas nada más.
CUADERNA III
Pasa el tiempo y la ciudad se borra llevándose con ella mis nombres.
GONE
Hoy no me acordé de ti.
La vida siguió
(como siempre).
En la alameda
los árboles
temblaron sus hojas
para dejarlas morir.
Quizás en ese instante
sentí algo
parecido a tu nombre.
Me detuve.
(No era tu voz).
Miré mis zapatos
y calculé el tiempo.
Hace mucho
que no aplasto
colillas encendidas.
CUADERNA IV
El único verde imprescindible es la montaña.

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