jueves, 8 de septiembre de 2016

Gracias por su tolerancia

“Un vaso con agua no se le niega a nadie”. Mis hermanos y yo crecimos escuchando estas palabras. ¿Pero qué está pasando? ¿Los padres ya no les enseñan esto a sus hijos? ¿Acaso hoy a casi nadie le importa el prójimo? Hace días, en el aeropuerto de Maiquetía, se me presentó una emergencia y, antes de tomar el avión que me trajo a la Isla de Margarita, me quedé sin efectivo, y mi tarjeta -como suele pasar al intentar pagar de esta forma- no pasaba. En dos locales expliqué mi situación, pedí que me cambiaran un dólar (yo acababa de llegar de Líbano), para poder comprar agua y, con total seriedad, sabiéndome sedienta, me dijeron que no les era posible. Al dirigirme al tercer establecimiento, le propuse a la cajera que, por favor, me recibiera el billete sin darme ningún cambio; sonriendo, aceptó y le pidió a su compañero que me diera un vaso con refresco.
      Me senté, feliz, a disfrutar de esta bebida. A los pocos segundos, creí ver a los que caminaban, se paraban, se sentaban; creí escuchar a los que hablaban; creí entender a los que callaban; creí leer la página del libro que tenía en mis manos, pero lo que realmente hice -y me fue imposible dejar de hacer durante muchas horas- fue pensar en lo bajo que hemos caído como seres humanos. ¿Dónde ha quedado la empatía? Saber que alguien tiene sed debe llevarme a ofrecerle agua sin que me lo pida. Así nos educaron a mis hermanos y a mí.
      ¿Qué nos hace falta para ponernos en el lugar de quien vive una necesidad? Sin dejar de hacerme estas preguntas, en el mismo asiento, moviendo nada más que mi boca, comiéndome los hielitos (huyéndole -por el retraso del vuelo a mi Isla- ahora también al hambre) que seguían en mi vaso, retomé "Walden", mi libro favorito y, sin buscar esa página, lo abrí justo donde ella se encontraba y releí:
      “Por menguada que sea tu vida, enfréntala y vívela; no la esquives, ni le apliques rudos apelativos. Ella no es tan mala como tú. Parecerá más pobre cuanto más rico seas tú. Aun en el paraíso hallará faltas el crítico. Ama tu vida por pobre que sea. Puedes tener horas agradables, emocionantes y gloriosas hasta en un asilo. El sol poniente se refleja en las ventanas de un hospicio con igual brillo que en la mansión del hombre opulento; en la primavera, la nieve se funde ante su puerta tan pronto como en otras partes. Un alma reposada puede vivir ahí tan contenta y tener pensamientos tan alegres como en un palacio. Con frecuencia me parece que los pobres de la villa viven una vida más independiente que cualquier otra persona. Quizá son sencillamente lo bastante grandes para recibir sin desconfianza. Cultiva la pobreza como una hierba de jardín, como la salvia. No te intereses mucho en conseguir cosas nuevas, ya sean vestidos o amigos. Da vuelta los viejos vestidos; vuelve a los viejos amigos. Las cosas no varían, nosotros sí. Vende tus ropas y conserva tus pensamientos. Dios verá que no te haga falta la sociedad. Si yo estuviera confinado en el rincón de una buhardilla de por vida, igual que una araña, el mundo sería para mí exactamente tan grande como antes, mientras mantuviera mis pensamientos conmigo (…) Con riqueza superflua no se puede comprar sino cosas superfluas. No hace falta dinero para cosa alguna necesaria para el alma. Antes que el amor, el dinero y la reputación, denme la verdad. Me senté a una mesa en la que había sabrosos manjares y vino abundante y cuidadosa atención, pero donde faltaban la sinceridad y la verdad; y me escapé con hambre de aquel ágape poco hospitalario. La hospitalidad era tan glacial como el hielo”.
      En mi vaso aún quedaban dos hielitos cuando detuve mi lectura para escuchar que mi vuelo se iba a demorar aún más.
      Invitación:
      ¿A usted también le preocupa la pérdida de valores en nuestro país? Mándenos su caso a ladendalal@hotmail.com. Por favor, no callemos, insistamos, porque mientras más conciencias despierten, más cerca estaremos de lograr el cambio para bien que tanto necesita nuestra querida Venezuela. ¡Gracias!

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http://www.elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/18131-vereda-anonima


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