viernes, 18 de septiembre de 2015

Gracias por su tolerancia

En diciembre cumpliré treinta y dos años, pero me siento de veinte; gracias a Dios soy una mujer sana. Lo único que desde siempre me ha hecho daño es el olor a cigarro. Nunca lo he probado y hacerlo no está en mis planes. Puedo estar bien, sin embargo, si ese veneno llega a mi nariz, estornudo inmediatamente y, si pasan los minutos y el olor sigue cerca de mí, se me tapa la nariz a tal grado que dejo de saborear hasta el limón.
La tienda donde trabajo está en la entrada de un hotel. Cuando los trabajadores (hombres en su mayoría) de los locales comerciales ubicados en éste, salen a fumar ¡y a tomar alcohol!, si no se detienen en el pasillo del hotel (lo que está prohibido), no sé por qué casi siempre se paran justamente al frente del negocio donde cumplo mi actividad laboral. Además de tener que escuchar la gran cantidad de malas palabras (disfrazadas de “piropos”) que le dicen a toda mujer que pasa caminando por la avenida (y muchas veces lo hacen hasta sin importarles que ella esté acompañada de su pareja, lo que no deja de sorprenderme), debo respirar profundamente, pensar en cosas hermosas, recordar y llevar a la práctica la tolerancia mientras camino por la tienda, intentando no darle importancia a lo que escuchan mis oídos y al olor que empieza a marearme y a causarme dolor de cabeza.
Además de todo esto, lo que también me hace respirar hondo para poder armarme de una gran paciencia es que, a pesar de que el bote de basura está exactamente al frente de la tienda, justo al lado de donde mis vecinos se paran, todos, todos, todos tiran las colillas en el suelo y, casi siempre, apuntan para que éstas caigan en los orificios de la alcantarilla que también está en la avenida, casi pegadita al mencionado bote de basura.
Cada vez que mis compañeros y yo vemos la misma escena, nos preguntamos lo mismo: “¿por qué lo hacen?, ¿qué les cuesta meterlas en el bote?, ¡pero si lo tienen al lado!”.
Este año, por salud mental, por fin he logrado desconectarme mucho de las noticias. Debido a la gran cantidad de problemas que vivimos en nuestro país, es suficiente con lo que tenemos que enfrentar al salir de casa. Procuro pasar mis días haciendo lo que me gusta y esto incluye leer lo que me hace bien. Sin embargo, la gran pérdida de valores que nos rodea en nuestra sociedad, hace que me siga deprimiendo, y cada día más. No necesitamos leer ningún periódico, ningún libro para darnos cuenta del nivel que la palabra “respeto” tiene en nuestro hoy.
Este espacio no representa una crítica, sino un desahogo. Como humanos que somos, necesitamos expresarnos, y esto también incluye dar a conocer nuestras tristezas. Es lamentable, y me duele afirmarlo, pero da la impresión de que los problemas que vivimos en este país nos están endureciendo el corazón. Si yo amo mi casa y en ella tengo un bote, ¿qué me lleva a lanzar la basura al piso? Si yo respeto a mi prójimo, ¿qué me lleva a molestarle con palabras vulgares disfrazadas, insisto, de “piropos”? Si yo le deseo el bien a mi hermano, ¿qué me lleva a pararme a fumar y a tomar alcohol al frente de su negocio?
Como humanos que somos, necesitamos unir nuestras voces, no para quejarnos, sino para trabajar juntos en intentar crear conciencia. Por favor, no callemos, insistamos, porque mientras más mentes despierten, más cerca estaremos de lograr el cambio para bien que tanto necesita nuestra querida Venezuela.
Invitación:
¿A Usted también le preocupa la pérdida de valores en nuestro país? Mándenos su caso a ladendalal@hotmail.com. ¡Muchas gracias!
*Facebook: Vereda anónima.

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