Llegué a la cama. Intenté llenar la página en blanco, pero la
madrugada se compadeció de mis ojeras. Cuando las telas vencidas -de lo
que ayer fueron mis cortinas- abrieron mis ojos, sentí que nunca
estuvieron cerrados.
Frente al espejo, el mismo espejo reclamó a mis mismas ojeras: porque ya es hoy y no he plasmado nada y el tiempo se me va.
Frente al espejo, el mismo espejo reclamó a mis mismas ojeras: porque ya es hoy y no he plasmado nada y el tiempo se me va.
Espero ahora llenar esta página de veinticinco, veintiséis -qué importa
cuántas- palabras que digan lo que vivo al querer creer que leo, que
escucho, que hablo, que pienso, cuando lo único que realmente hago es
intentar recordar la letra de cada canción que me parece mía, para que
así, bajándola de mi recuerdo, la escuches y sepas lo que vivo por saber
que existes y yo -y mis ojeras- tan lejos.
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