sábado, 8 de noviembre de 2014

MUCHÍSIMAS GRACIAS, PROFESOR

En enero de este año leí “La otra isla”, del profesor margariteño Francisco Suniaga. Desde entonces yo tenía el gran deseo de conocerle y agradecerle por esta maravillosa novela y, en especial, por plasmar en ella la dolorosa realidad que, gracias a los “humanos”, viven los gallos. A continuación, sobre este tema, transcribiré algunos de sus párrafos:
“Fucho vertió partes proporcionales de ron y de agua en el vaso plástico que tenía sobre el taburete, le pidió a Wolfgang que le pasara de nuevo el gallo y tomó un buche grande del ron aguado que retuvo en la boca. Le levantó una de las alas al animal y apuntando hacia esa parte descubierta del cuerpo expulsó el líquido con fuerza -atomizándolo al hacerlo pasar entre sus labios apretados- para mojarla con el rocío que expelía. Repitió el proceso con el otro lado del cuerpo, con la cabeza, los muslos y el pescuezo hasta que el animal estuvo empapado de la mezcla”.
“…una pelea de gallos era una muestra de crueldad organizada y sistematizada por los hombres para explotar los instintos de unos animales inocentes que él debía rechazar sin ambages”.
“…tampoco estaba bien que dedicara parte de sus esfuerzos a unos cuidados que no eran sino la antesala de la crueldad, de las peleas criminales cuya consecuencia más frecuente era la muerte”.
“La maldad estaría en ser cruel, pero los animales no lo eran, esa era una condición reservada a los humanos”.
“…los galleros querrían ver la implantación de las espuelas de pelear a los gallos, para evitar ventajas. Las espuelas varían de forma y tamaño y la medida a usarse en cada pelea es parte de los arreglos previos que deben pactar los propietarios (…) Fucho le explicó que con una navaja les recortaban las espuelas naturales y luego, con lacre y una delgada cinta adhesiva, fijaban en su lugar unas espuelas plásticas o metálicas, afiladísimas”.
“Le habló de la brutalidad implícita en todas las peleas de gallos (...) en todas se derramaba sangre (...) Que ya le tocaría ver el tiro que los galleros llamaban ‘varejón’; la espuela le rompe una vértebra del cuello y el gallo no puede levantar la cabeza. O uno todavía más cruel, el ‘morcillero’. El gallo recibe un golpe de espuela que no le causa una herida externa pero le revienta las venas del cuello y le produce una hemorragia interna. La sangre se embolsa debajo de la piel y se pone negra hasta formar una suerte de morcilla, que crece con cada latido del corazón y termina por matar al gallo, lo ahoga. Era una muerte agónica porque el animal no sabía lo que estaba pasando, continuaba la pelea y con cada movimiento se moría un poco”.
Imposible no llorar al releer y transcribir estas últimas líneas. Gracias al encuentro con el profesor Suniaga, que ayer, miércoles 5 de noviembre, tuvo lugar en Rattan Plaza, pude cumplir mi ferviente deseo de darle las gracias con toda mi alma, expresándole que estoy convencida de que sus palabras han creado y seguirán creando conciencia. Una vez más, muchas, muchísimas gracias, profesor, porque por verdaderos humanos como usted, no muere la esperanza de un mañana sin maltrato animal; de un mañana donde cada animal tenga lo que merece: una vida digna.


http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:141398

http://www.elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/6865-vereda-anonima

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