domingo, 23 de abril de 2017

Ritual...

Salir del trabajo. Sentir hambre y llegar a casa con la intención de preparar algo rápido y sabroso. Entrar a la cocina, abrir tu bolso y buscar -sin saber exactamente qué- entre tus cosas, hasta retomar lo que justo inconscientemente buscabas. Allí, parada, tus codos apoyados sobre la barra ansiosa de un rico platillo, relees el último párrafo que tuviste entre tus manos minutos antes de terminar el tranquilo día de oficina. Lo relees de nuevo porque ahora deseas hacerlo escuchando tu voz. Transcribes sus palabras, frases en tu libreta; ya son tuyas. Pasas al siguiente y al siguiente párrafo y se te va otra página, se te van dos, tres más. Sigues sin sentarte. Aún con la misma ropa, con los mismos zapatos. Los pies, la espalda, el sudor del día te regañan. Ya has pasado más de seis, siete, ocho páginas. Tu celular avisa que te ha llegado un mensaje. Sonríes al detenerte en la hora y al preguntarte dónde quedó tu hambre. Preparas un sándwich, sólo por no dormir con el estómago vacío. Tomas una rápida ducha y corres a tu colchón, donde sigues leyendo hasta que llega el sueño. Sueñas. Sueñas mucho. Despiertas con el libro entre tus piernas. Si se ha doblado alguna de sus hojas, no sólo la desdoblas; la acaricias, casi la besas. Quieres seguir con él, pero el tiempo no siempre es tu amigo. Delicadamente, lo dejas de nuevo en tu bolso y cada vez que lo abres, para sacar o dejar allí las llaves, el monedero o las servilletas, lo rozas y le dices bajito, bajito que estás, que volverás, que no se vaya. Él te dice bajito, bajito que está, que volverá, que no se irá. Ritual amoroso.

http://www.elmundodesdecolima.mx/index.php/editorial/dalai-el-laden/item/20836-vereda-anonima

http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:184776


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